La gran pregunta está siempre allí, en muchísimos corazones. Estaba allí ya antes que una noche en Belén un Niño cambiase la historia, y vuelve a resonar -entre persecuciones e indiferencia creciente- luego de dos mil años de difusión del Evangelio: ¿Quien es Dios?
¿Y qué cosa tiene que ver con la humanidad? El Santo Padre tocó el corazón del Sínodo llevando al Aula el ruido de los latidos de quien en el mundo alza los ojos al cielo, no ve nada y continúa preguntándose: "Detrás del silencio del universo, detrás de las nubes de la historia, ¿existe o no existe un Dios? Y si este Dios existe, nos conoce, ¿qué tiene que ver con nosotros? Este Dios es bueno y la realidad del bien ¿tiene poder en el mundo o no?
Este interrogante es hoy en día tan actual como lo era en aquel tiempo. Mucha gente se pregunta: ¿Dios es una hipótesis o no? ¿Es una realidad o no? ¿Por qué no se deja percibir? 'Evangelio' quiere decir que Dios ha quebrado su silencio: Dios ha hablado, Dios existe. Dios nos conoce, Dios nos ama, ha entrado en la historia. Jesús es su Palabra, el Dios con nosotros, el Dios que nos demuestra que nos ama, que sufre con nosotros hasta la muerte y resurge".
He aquí la respuesta de la Iglesia a la gran pregunta. El Papa propuso una segunda cuestión, aquella esencial para los Padres sinodales: "Dios –repitió Benedicto XVI– ha hablado, verdaderamente ha quebrado el gran silencio, se ha mostrado. Pero ¿cómo podemos hacer llegar esta realidad al hombre de hoy para que se convierta en salvación?"
Se puede teniendo claros tres pasos fundamentales, que el Papa explicó tomando inspiración del Himno de la Hora Tercia rezada poco antes. Primer paso, la oración. Los Apóstoles, afirmó, no crearon la Iglesia "elaborando una constitución", sino recogiéndose en oración en espera de Pentecostés.
Jesús D Mez Madrid