Una empresa es, antes que nada, un ente inversor y, si es buena empresa, un ente que sabe desarrollar una actividad al servicio del bien común. Si además, hablamos de sectores estratégicos, entonces la importancia es mayor, mucho mayor, porque de esa inversión dependen otros muchos sectores. Todo ello en un mundo donde la empresa pública simplemente desaparece, y, por tanto, la responsabilidad inversora recae sobre empresas privadas.

En otras palabras, Iberdrola no debe acabar como Endesa porque el abajofirmante, Eulogio López, ni sabe ni puede poner en marcha un reactor nuclear. Por lo demás, el mismo abajofirmante aclara que no le gusta Iberdrola por la sencilla razón de que no le gusta ninguna empresa grande, que, como todo lo grande –países, gobiernos, ejércitos o entidades- representan un peligro directo a la libertad individual. Ahora bien, eso es lo malo del capitalismo, que te obliga a convivir con lo que detestas. Porque la alternativa a Iberdrola no es muchas generadoras y distribuidoras pequeñas de energía, sino EDF, que aún es más grande y obedece al Gobierno francés, que es su dueño. Y al Gobierno francés, créanme, no le interesa lo más mínimo que se asegure el suministro eléctrico en España.

Si a esto se le quiere llamar nacionalismo económico, pues se le llama y en paz.

Esto es especialmente cierto en Europa, donde la caradura franco-alemana, especialmente francesa, ha forjado un marco comunitario en el que es obligatorio liberalizar (aunque no precios, con lo que no se liberaliza nada) pero no privatiza. Es decir, que los más liberales, los que han privatizado sus empresa energéticas, por ejemplo Reino Unido y España, son los que tienen todas las de perder, Bruselas persigue al Gobierno español por defender a Endesa de E.ON pero no tiene nada que decir sobre la francesa EDF que tira con pólvora del Rey o de la propia alemana E.ON, que tiene el monopolio de la distribución y que, sencillamente, no se puede opar.

No sólo eso, EDF cede su energía nuclear a bajísimo precio a la industria francesa, que juega con ventaja respecto a sus competidores españoles, por la sencilla razón d que el coste del kilowatio nuclear es diez veces inferior al del kilowatio eólico y veinte veces inferior al solar. Pero esa es otra historia... o quizás la misma historia.

En conclusión, Madrid no puede permitir que Iberdrola caiga en manos de la francesa EDF o de la alemana E.ON. Se dice que los galos están comprando iberdrolas. Sencillamente, es el momento de plantarse. Sólo hay un problema. Ese gran estadista llamado Zapatero, al que la flota mediática que trabaja a su servicio le presenta como un líder de reconocido prestigio mundial, manda menos en Bruselas que un gitano en un juzgado, y se ha convertido por su ignorancia y espíritu atrabiliario, en el hazmerreír de Europa. Y claro, si no respetan al Gobierno, ¿por qué habían de respetar a sus empresas? La tomadura de pelo argelina modificando unilateralmente y subiendo el precio un 20%, mientras el Ejecutivo ZP le permite vender gas en España, hacerse con el control del segundo gasoducto del Magreb y expulsar a Repsol y Gas Natural del proyecto Gassi Touil, ya da pistas sobre los que pintamos en el mundo.

Eso sí, los empresarios españoles deberían ser menos cainita y ni poner tantas pegas a las fusiones defensivas, pegas que siempre vienen motivadas por la pérdida de poder que conlleva toda unión. Vamos, que deberían ser menos cainitas.

Eulogio López