Negarlo como hace el ministro de Trabajo, uno de los matones del Ejecutivo Zapatero, o como hacen los sindicalistas no es más que comportarse al modo de la avestruz.
Vamos a ver: el sistema funciona cuando un trabajador -por cuenta propia, ajena o empresario, que también trabaja- alimenta con su trabajo a sí mismo y a otro, a dos. Pero cuando tiene que alimentar a tres, que es a lo que hemos llegado en España, entonces la cosa se vuelve más compleja y no hay programa político que lo arregle. Más bien imposible. Especialmente en un país con salarios bajos -aunque tengan impuestos a las, sobre todo la cuotas sociales- y con unas prestaciones públicas generosas. Hasta ahora, la Seguridad Social se ha ido salvando mediante parches -y eso que hemos atravesado una etapa de bonanza, con récord de afiliación-. Uno de los parches ha sido el traspaso del inconmensurable coste sanitario al Presupuesto del Estado, pero la raíz del problema resulta más compleja e insoluble a corto plazo: el envejecimiento de la población y la escasísima natalidad lleva siempre a la ruina.
El progreso no nos ha alargado ni mejorado la vida, peor sí la vejez y sus achaques. La crisis económica siempre son crisis demográficas. Nuestra comodidad nos lleva a no tener hijos. ¿Cómo no va a quebrar el Sistema?
¿Solución? De fondo, recuperar la vitalidad de una sociedad mortecina, no fomentar el aborto y la contracepción sino la natalidad. En segundo lugar, terminar con la sociedad 25x3. Los eternos estudiantes deben entrar en el mundo laboral. La adolescencia no puede terminar a los 30 años, como sucede hoy. ¿Que qué es madurar? Subir los tres escalones: pasar de que alguien se ocupe de mí -primer escalón-, a ocuparme yo de mí mismo -segundo- y -tercer escalón- ser yo quien se ocupa de mí mismo y, además, de otro/otros. No sé si la definición gustará a los psicólogos pero no estoy hablando de psicología sino de economía.
A corto plazo, sin embargo, no es posible modificar la venenosa pirámide demográfica invertida en la que nos movemos. Por tanto, no queda otro remedio que el mismo que nos está sacando de la crisis: la austeridad (uno agradecería que también los especuladores se aplicaran a ello pero se las están poniendo como a Fernando VII). Al final, ministros y sindicalistas papanatas que braman contra el gobernador del Banco de España (quien, por cierto, nada de esto decía cuando era secretario de Estado) saben que su Pacto de Toledo no es más que la búsqueda desesperada de un consenso para bajar las pensiones, a costa de aumentar el número de años de cotización y endurecer los cálculos de cobro. Es decir, bajar las pensiones pero por consenso, que es la única forma de fastidiar al pueblo sin un estallido social.
Al rebufo de esta crisis del sistema de pensiones, llegan los liberales ese maravilloso club -y a veces lo es, sin duda- que enseguida ponen sobre la mesa su solución mágica: privatización del sistema. Pasemos de un sistema de reparto a otro de capitalización. No entro ahora en si es menos solidario o no. Simplemente, lo que digo es que el sistema de capitalización no es posible hoy porque los fondos de pensiones son prisioneros de la burbuja especulativa de los mercados financieros. Es decir, que se han convertido en una tomadura de pelo para sus partícipes, para los ciudadanos. ¿Cómo vas a cobrar una pensión en el futuro cuando el rendimiento de los fondos -por ejemplo en 2008- no sólo no superó la inflación sino que entró en números rojos? A día de hoy, si quieres fabricarte una jubilación lo mejor es que metas los euros en el calcetín.
Eulogio López
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