Sr. Director:
¿Qué leyes tengo que hacer, las leyes que quiere el Papa o las que quiere la gente?, se preguntó y preguntaba en Barcelona el presidente del Gobierno, quien dio a entender que la moral de la Iglesia va contra la libertad de la mayoría de los españoles, cosa totalmente opuesta a la realidad.

 

Otra vez ha aparecido el Zapatero más radical, el que confunde aconfesionalidad con laicismo, no se sabe si por tozudez o por ignorancia. La Constitución obliga al Estado a no ser indiferente ante el hecho religioso. Por si esto le pareciera poco, le insta a cooperar con las distintas confesiones, y muy particularmente con la Iglesia Católica, religión que profesa la mayoría del pueblo español.

Haría bien Zapatero en rebajar su furor anticlerical tal vez por pura táctica y por recoger algunos votos. Que no estuvo acertado parece que hasta su propio Gobierno lo ha reconocido al salir el Ministro de la Presidencia, Jáuregui, a justificarlo, a echarle un capote en términos taurinos. Esto último no quita que es de justicia reclamarle un poco de mesura. Y, sobre todo, respeto, presidente.

Jesús Domingo Martínez