El sacramento de la extremaunción ha aparecido, por primera vez desde que alcanza la memoria, en la portada de el diario El País. No es que el periódico de Jesús Polanco haya modificado su línea editorial, sino que el asunto lo merecía, dado que se trataba de anunciar la casi muerte de uno de sus iconos favoritos: Augusto Pinochet. De esta forma, el periódico advertía que el ex dictador chileno ha recibido la extremaunción, a pesar de que el sacramento hace tiempo que mudó su nombre por el de unción de enfermos. Más bien, lo que trata El País es de recordar la fe católica de un dictador al que considera uno de los peores monstruos que se recuerdan. Por ejemplo, para El País, Fidel Castro es un tirano mucho más acomodable, y mejor tratado, que el chileno Pinochet, a pesar de que este cedió el paso a una democracia mientras Castro se muere como dictador de Cuba

A continuación, y para que quede claro que nada ha cambiado en la Casa a pesar del proceso sucesorio puesto en marcha, el País ha dedicado otro de sus vitriólicos editoriales contra la Iglesia: Los obispos están bajo el imperio de las leyes españolas. Algo que nadie ha puesto en duda, y menos que nadie los obispos. Incluso el titular de Zaragoza acaba de ser multado por superar la velocidad permitida.

Al parecer, el argumento del El País para demostrar que los obispos, precisamente ellos, se sitúan al borde de la ley es que al episcopado le cuesta asumir la Constitución se desarrolla en los tribunales canarios, donde la diócesis de Las Palmas y el Gobierno autonómico llevan perdidos decenas de pleitos, cinco de ellos por despedir sin razón, año tras año, a la profesora Nereida del Pino Díaz. Los enseñantes de religión católica están contratados y pagados por el Estado, pero son los obispos quienes los seleccionan cada año, pudiendo prescindir de ellos sin motivo alguno.

Hombre, sin motivo alguno no : el episcopado despidió a la trabajadora porque ni enseñaba ni vivía lo que predica la Iglesia, por lo que puede darle cualquier otra asignatura, menos religión católica. Y naturalmente que el Estado paga a los profesores: a los de religión católica, a los de cualquier otra religión y a cualquier otro profesor. No lo hace con su dinero, sino con el dinero de los impuestos de los ciudadanos, y son esos ciudadanos los que han decidido, mayoritariamente, que sus hijos reciban enseñanza religiosa en las escuelas.

Aún más, según El País los obispos cobran de Hacienda. Argumento más bien falso, dado que su sueldo sale de los que los contribuyentes, no Hacienda, han decidido que vaya a la Iglesia, precisamente en el único y mínimo, porcentaje, que la tal Hacienda permite disponer al pagano.