Insisto: no me preocupa en exceso la ateaza campaña del Probablemente Dios no existe. Si acaso, pueden preocuparme los autores, no su obra, que considero banal.

Mucho más preocupante es la obra de los progres: eso sí que es para echarse a temblar. No se saben si creen o no creen, practican un materialismo práctico, irreflexivo, bobalicón. Quien niega a Dios es que ha llegado a una conclusión -falsa, pero conclusión- pero quien vive como si Dios no existiera y considera que plantearse la cuestión es poco laico, poco profesional, sólo apto para teólogos y gente extraña. Es decir, progres tan lelos como el avestruz ante el peligro. El ateo es dueño de sí, el progre sólo es un juguete de sus caprichos. Y si el ateo tiene un poco de decencia -como sentenciaba el crítico del pop Nick Khon acerca de los Rolling Stones- se pegaría un tiro un día antes de cumplir los 30 años. A fin de cuentas, si Dios no existe, si esto se acaba, una mala noche en una mala pasada, vaya estafa de vida. ¿Seres libres y finitos? Eso es una contradicción en sus propios términos, una canallada muy gorda. ¿Disfrutar de una vida con fecha de caducidad? No fastidies. La vida es maravillosa, claro está, pero mientas sea eterna. La disolución en la nada tiene poco atractivo para disfrutarla.

Por cierto, ¿cómo eliminar a un espíritu?

Lo que no me gusta de la campaña es el probablemente. ¿Cómo que probablemente? O sea, ¿que no sabe si Dios existe? Pues vaya campaña de chicha y nabo. La duda da para escribir un libro largo, pero no posee material ni para una idea corta, para un eslogan. Cuando alguien no está seguro de algo lo que tiene que hacer es investigar con denuedo hasta que llegue a alguna certeza. Mientras tanto, que se calle. Los partidarios de la mente abierta a todas las doctrinas deberían recordar las palabras de Chesterton. La mente abierta es como la boca abierta: un signo de estupidez. Y el colofón: La boca sólo se abre para cerrarla sobre algo compacto.

No sobre la campaña autobuseril: lo que sobra es ese probablemente. Entre otras cosas porque si se quedan con el Dios no existe, la siguiente pregunta es sencilla: ¿Por qué? En ese punto es cuando el diálogo se vuelve interesante, porque exige pensar.

Por lo demás recuerden siempre aquello de que Dios existe o no existe independientemente de que nosotros creamos o no creamos en él. Una tautología que no conviene olvidar nunca.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com