Sr. Director: 

Mi amiga siempre había sido muy devota de San Antonio y lucía una medalla de oro del santo desde que era niña.

Después de un tiempo sin vernos observé que la medalla no constaba ya como parte de su atuendo. Me explicó que había entrado a trabajar en una empresa recientemente y que su jefe había hecho burla expresa y reiterada de este símbolo religioso así como del catolicismo en general, burla a la que se unió uno de sus compañeros.

Ella se fue achicando y decidió dejar de llevar la medalla. Inútiles fueron mis argumentos, pues existe un pensamiento único que abomina de las creencias, más descarado en los medios de comunicación si cabe, que penetra como por ósmosis en las conciencias de los católicos más débiles y les hacen renegar de Cristo a cambio de un triste plato de lentejas.

Isa Planas

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