El director Emir Kusturica está considerado por algunos como uno de los cineastas más originales de Europa. Sus excéntricos y surrealistas cuentos sobre los Balcanes, visualmente llenos de colorido y un prodigio en el área cinemática, tienen bastantes admiradores. Pero, sinceramente, en Prométeme Kusturica, a pesar de la gran imaginación que despliega, ha perdido el norte.
El adolescente Tsane vive con su abuelo y su vaca, Cvetka, en la remota cima de una montaña. Exceptuando a su vecina, la profesora del muchacho, ellos son los únicos habitantes del pueblo. Un día el abuelo le dice al nieto que siente su fin próximo por lo que le hace prometer que irá al otro lado de las montañas, a la ciudad más próxima, y venderá su vaca en el mercado. Con el dinero tendrá que comprar un icono religioso, algo que él realmente quiera y, finalmente y lo más importante, deberá encontrar una esposa para traer a casa.
A lo largo de más de dos horas Kusturica apuesta por una narración delirante plagada de situaciones disparatadas (algo usual en su filmografía) y en la que vuelve a notarse la influencia de Fellini. En este desfile estrambótico no falta nadie: gánsters capaces de todo, parientes alocados, lupanares de mala muerte etc…Pero lo grave de este relato demencial es que la búsqueda del humor y de la caricatura le lleva a abordar con ligereza aberraciones sexuales de todo tipo (zoofilia, pederastia etc…). Lo que sólo induce a un comentario: ¡Madre mía, cómo están algunos serbios!
Para: Nadie