Hablamos de un caso real. La Sociedad General de Autores de España, SGAE, le cobra a una televisión, y no grande, el 2,8% de sus ingresos brutos (un porcentaje que en algunos sectores representa el margen de beneficio). Hablamos de ingresos brutos que incluyen hasta las subvenciones. Donosamente, la SGAE permite que la cifra sea sobre ingresos netos, pero en ese caso, el porcentaje se eleva hasta el 4,5% de los ingresos.

No sólo eso. La SGAE, siempre pendiente de los pobres creadores, impone sus reales: existen unos mínimos a pagar establecidos por el número de habitantes de cobertura de cada televisión. Esto es, aunque una televisión tenga 0 ingresos debería pagar una cantidad mensual a la SGAE en función del número de habitantes y así durante todo el tiempo en el que sus ingresos por el porcentaje de cada año no llegue a estos mínimos. Como ejemplo, la categoría especial, para poblaciones de más de 1.000.000 de habitantes, tiene como mínimo establecido 536 euros mensuales y la categoría cuarta que es para poblaciones con menos de 100.000 habitantes es 64,33 Euros mensuales. La monda.

Todo ello para que la SGAE le pague a sus asociados, independientemente de que sus creaciones hayan sido utilizados o no por ese canal de televisión. ¿Y cuánto se paga a cada creador (creadores e investigadores, que diría Zapatero)? Pues lo que diga la SGAE, naturalmente. El cabreo de los autores menos conocidos es inconmensurable, pero no reproducible.

¿Es la SGAE la única entidad de gestión de derechos de autor, es decir, el único intermediario que sangra a los medios informativos, hoteles, medios de transporte, etc.? Por supuesto que no. El modelo ha hecho fortuna y los aprovechados, perdón, innovadores, son muchos. Insisto en que hablo de un ejemplo real.

Tras la SGAE tenemos a la AISGE (artistas e intérpretes). Allá va: con AISGE el porcentaje a pagar es para todos los años el mismo y representa el 1,5% del 70% del total de los ingresos. Al número resultante se le aplican dos bonificaciones: el 13% en concepto de emisión y/o producción propia de obras y/o grabaciones audiovisuales y, en segundo lugar, el 7% en concepto de centralización de los servicios administrativos. Por tanto, por cada 1.000 Euros facturados por publicidad cada televisión debe abonar 8,4 Euros a la AISGE.

También en este caso existen unos mínimos que van desde los 340,20 Euros mensuales de la categoría más alta a los 40,15 euros mensuales de la categoría inferior.

No, no hemos terminado. Luego está la AGEDI, o Asociación de Gestión de Derechos Intelectuales. Su propuesta es del 0,4 de los ingresos brutos totales.

A ver, muchacho la calculadora. De cada 1.000 euros de ingresos –insisto, de ingresos, no de beneficios- nuestra televisión deberá pagara 27,56 Euros a la SGAE, 8,4 euros a AISGE y 4,3 a AGEDI. Hay más, pero no entramos en ellas para no amargarles la cena. Es decir, que nuestra cadena paga el 4% de todos sus ingresos brutos, a unos señores que se supone que defienden a los autores. Por cierto son entidades sin ánimo de lucro pero tienen unos excedentes estupendos- a compositores, cantantes, actores... a los que es posible que nuestra cadena no haya utilizado jamás. Simplemente paga porque si no SGAE, AISGE AGEDI y otras muchas le freían a demandas. Que eso son los intermediarios de la propiedad intelectual: leguleyos, que utilizan la Administración de Justicia para amedrentar a sus víctimas, perdón a las empresas que utilizan a sus defendidos... y a cualquier otro.

La prensa publicaba días atrás que los autobuses de transportes de viajeros iban a dejar de emitir películas durante sus trayectos porque las SGAE's les freían. Hoteles, restaurantes sufren esta arbitraria norma, donde entidades privadas exprimen un derecho que sólo de forma pública se encargue de cobrar a quien debe pagar, no de forma indiscriminada, y repartir entre quienes deben cobrar, no de forma indiscriminada.

Lo de ahora, no es más que un mamoneo donde unos intermediarios jetas obtienen del poder un privilegio de cobro coercitivo y lo reparten a quien desean y como desean. Preferentemente, a los del Manifiesto de la Ceja. A fin de cuentas, son los creadores-investigadores de ZP. Y vaya si investiga la SGAE: desde la Plaza de Castilla es capaz de oír el sonido que produce la caída de un euro en la Puerta del Sol (para los no madrileños: dos lugares ubicados a un par de kilómetros de distancia).

Eulogio López