Las cajas de ahorros han constituido la gran aportación española, en concreto de la Iglesia Católica, a las finanzas occidentales. Nacieron para luchar contra la usura y para revertir entre la ciudadanía los beneficios bancarios. Las cajas de ahorros crecieron y se convirtieron en el crédito local, el mejor de todos, en financiadores de pymes y en soporte accionarial de grandes empresas estratégicas.

E insisto: a las cajas de ahorros no las ha tumbado la politización, ni los escándalos, que los ha habido, siempre menores que en la banca, sino la obsesión global por dos majaderías tomadas como dogmas:

1. Sólo las grandes puede sobrevivir.

2. Sólo las sociedades anónimas pueden sobrevivir.

Y así nos va, porque lo grande es ingobernable y tiende al monopolio y a la tiranía. Los pequeños, por contra, son hermosos y fructíferos. Y el pequeño propietario es el hombre más libre de todos.

El PSOE y el PP son igualmente culpables de haberse cargado las cajas de ahorros. Allá ellos... y allá todos nosotros. No saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen. Y cuando la economía financista remita, habrá que recrear las cajas de ahorros.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com