Pocos lunes atrás, un altísimo cargo del Gobierno Zapatero repetía los argumentos de Juan Luis Cebrián y Pedro José Ramírez, acerca del periodismo electrónico: existen medios por Internet serios, dignos. A esos les podemos llamar periódicos electrónicos o ciberperiodismo. Merecen tal denominación. Es más, ponía como ejemplo de ese periodismo serio a un medio electrónico alejado de su órbita ideológica, para demostrar su talante.
Naturalmente, se trata de un medio que responde al patrón del periodismo objetivista, que diferencia, Dios nos libre, entre información y opinión. Esto es: información de la Agencia EFE y opinión plúmbea que nadie lee. El periodismo basado en la objetividad es un chollo para los poderosos de la política, la economía y la información (los tres grandes tipos de poder existentes en el siglo XXI y no por ese orden). Dan una maravillosa apariencia de pluralismo, cuando en realidad es una prueba de pensamiento único; tranquilizan las ansias de rebeldía ante la mentira y la tiranía que existe en todo ser humano, cuando en realidad es un lobby que compite por mantener un sistema basado en el reparto de cuotas de mercado. En política, a eso se le llama bipartidismo (dos partidos o dos alianzas de partidos, que lo mismo da). En economía, se disfraza el monopolio de oligopolio y se nos muestra el combate amañado de dos grandes grupos empresariales presuntamente competidores (los dos grandes bancos, en breve las dos grandes empresas energéticas, etc), y, a ser posible, dos grandes grupos editoriales, uno de izquierdas y el otro de derechas, pero los dos políticamente correctos. En muchos países, por ejemplo España, no hay ni pluralismo político, ni libre competencia económica, ni diversidad cultural. Lo que hay es un lobby. Un oligopolio donde los dos agentes, al menos no más de cuatro, que se reparten el poder, disputan ese combate amañado sin salirse de las fronteras del pensamiento único.
Por ejemplo, hoy, en toda Europa, el único que se escapa del pensamiento único es el pensamiento cristiano, que es lo único políticamente incorrecto que queda sobre el planeta tierra.
Pero volvamos al periodismo electrónico. Al poder le interesa muy mucho mantener el periodismo objetivista y la separación entre información y opinión. Por eso, el poder defiende a determinados periódicos electrónicos e injuria y presiona a los llamados confidenciales, por ejemplo Hispanidad, que sí mezclan información y opinión, porque lo que hacen es valorar la información, analizarla y desmenuzarla, con mayor o menor éxito interpretativo, desde luego, pero con libertad y con la capacidad de estar cerca de donde se produce la noticia, lo que no es mal sistema para enterarse de lo que pasa. En cualquier caso, en los confidenciales electrónicos explicamos las cosas (insisto, alternando aciertos loables con errores mayúsculos) y nos preocupamos más por la honradez que por la objetividad, por la ecuanimidad que por la neutralidad y por el lector más que por obtener la vitola de seriedad por parte del poder, que sólo la otorga a quien no le molesta. Por eso, el poder utiliza su mejor arma contra los confidenciales de Internet: la calumnia. Ya saben: dime de qué acusas y te diré de qué adoleces. Los que exigen rigor informativo son los que en los tétricos, aunque lujosos, escenarios de poder maldicen a los confidenciales o nos califican de chantajistas y otras lindezas.
En los medios tradicionales reina la autocensura. Sólo en Internet, al menos por ahora, se dice lo que se quiere, o casi. Se lo digo yo, que he pasado por todo tipo de redacciones en mi vida profesional y sólo cuando me he instalado en la pyme internetera he conseguido escribir con libertad.
Y lo hemos repetido otras veces. No es que el periodismo electrónico, los confidenciales, les estemos quitando cuota de mercado al Sistema (también al poder editorial, el más importante de todos). Eso queda para la prensa gratuita, que puede acabar con los grandes acorazados, de la misma manera que la máquina de vapor acabó con la tracción animal. No, lo que el periodismo electrónico, el no objetivo, el de los confidenciales, el que mezcla información y valoración, el que hace, en suma, una narración explicativa, le está quitando a la prensa, radio y televisión tradicionales es influencia. La gratuita les quita dinero, la electrónica influencia. Y eso es lo que Juan Luis Cebrián o Pedro J. Ramírez no pueden soportar. El progresismo de izquierdas y el progresismo de derechas unidos para cargarse una estructura empresarialmente minúscula, llamada confidenciales de Internet: ¡Cosas veredes, amigo Sancho!
Al final, el periodismo dejará de ser masivo para convertirse en conversación. Alguien ya definió, nada más nacer, a la WW de esta guisa: Internet es conversación. Y el estilo de los confidenciales es el que se utiliza para narrar una confidencia a un amigo.
El espíritu de las log no es más que eso : el protagonista de una noticia no necesita de intermediarios (es decir, de medios, de ahí su nombre, informativos) para trasladar lo ocurrido a la generalidad. Lo hará él, en comunicación interpersonal y, al mismo tiempo, abierta a quien quiera escucharlo o leerlo. En este proceso, también los confidenciales, híbridos de periodismo tradicional y nuevo periodismo electrónico, acabaremos por rendirnos ante esa comunicación interpersonal, que no masiva.
Pero, tranquilos, no será el final del periodismo. Será el final de la empresa periodística, que es distinto. No será el final de los periodistas, sino el final de los Juan Luis Cebrián y Pedro José Ramírez. Eso, y no lo de Tom Wolfe, será el nuevo periodismo, el propio de la sociedad de la comunicación.
Pero ya lo saben. En el entretanto, periodismo serio es el que no molesta al poderoso.
Eulogio López