La crisis económica está destapando algunas grietas del sistema que hasta ahora estaba establecido. El crecimiento que veníamos experimentando, a lo largo de los últimos años, se sostenía, fundamentalmente, en la construcción.
Las viviendas se construían de manera desmesurada, aunque las compras que se realizaban iban cubriendo la oferta. No importaba el continuo aumento del precio de los inmuebles. Todo era mágico. Parecía que el ciclo de bonanza no iba a tener fin y algunos ciudadanos se lanzaron a ser propietarios de más de una casa. Era fácil conseguir financiación. Los bancos facilitaban el endeudarse para la compra de un piso. Incluso realizaban regalos para hacer más atractivo su oferta de préstamo. Era la burbuja inmobiliaria.
Desde el Gobierno de la nación se ha extendido la idea de la necesidad de un cambio en el sistema productivo. Se ha apostado por la llamada sostenibilidad que hasta ahora no se ha traducido en nada concreto. Los mensajes no sirven para resolver nada concreto, pero crean esperanzas, expectativas que si no se cumplen pasan a convertirse en frustraciones.
La carrera por superar la crisis se hace demasiado larga, demasiado pesada. Es difícil llegar a la meta sin alguna lesión. Los acontecimientos que se suceden a nuestro alrededor hacen que los proyectos encaminados a resolver la situación cambien de forma brusca. Las medidas que se toman hoy, tal vez no sirvan al día siguiente. Todo ello se debe a que nuestro país, no fue suficientemente ágil, para detectar el declive económico que a pasos agigantados nos atrapaba. Estamos sometidos a los vaivenes sin que tengamos margen de movimiento.
La situación por la que atravesamos es difícil que podamos superarla como país si al frente de la batalla se encuentra un capitán que dirige el barco sin un rumbo marcado previamente. Los icebergs están flotando sin que los hayan divisado los marinos, personas de confianza de J.L.R. Zapatero. Incapaces de diseñar ninguna estrategia actúan como las avestruces esconden la cabeza y a la vez tratan de demonizar al partido mayoritario de la oposición. Se sirven para ello de los medios a su alcance, sobre todo de los que controlan de manera importante como la televisión y radio públicas. Pero sobre todo a través de los presupuestos, una mina de recursos que pueden ser utilizados, de forma partidista, para mantener el poder al menos hasta las próximas elecciones generales. No importa el paro que azota a los ciudadanos, solo importa la silla, el poder. A los ciudadanos solo nos resta esperar a que las urnas se apiaden de nosotros.
Fernando Cuesta Garrido