Creo que los funcionarios, aparte llorar y considerar indecente lo que hacen con ellos, podrían declararse en huelga "a la japonesa" y de una manera decente, resolver todas las solicitudes de los ciudadanos a cuyo servicio deberían estar y atenderles en cuando necesitan, peticiones de licencias, resoluciones de quejas y cuando alguien conocedor del tema pudiera sugerirles.
Los funcionarios también deben despertarse y no ayudar a que se frían a los ciudadanos en una sartén en la que, por lo visto, también pueden caer ellos.
Nada más terminar la guerra civil, mi madre, que llegó a Madrid con el conde de Rodezno, dio autorización provisional a los colegios que estaban en su área de actuación y les dijo: "ustedes pónganse a funcionar y ya llegarán los permisos".
Desde los más importantes, como el Colegio del Pilar hasta las más modestas academias recuperaron todo un curso en la necesaria reconstrucción de España.
Rafael Enríquez de Salamanca