Dice el economista Niño-Becerra, el terrible, y aplaude Navarra Confidencial, por quien siento un gran respeto, que si se marcharan todos los inmigrantes la tasa de paro descendería en diez puntos. Como también lo es aquel viejo dicho castellano de la era de la 'cuestión social': ¡Que se mueran los ricos y las mujeres de los pobres!
Claro que, de seta forma, se reduciría el paro, y si las mujeres se quedaran en casa, también... y si se murieran todos los ricos y las mujeres no productivas de los pobres, habría pleno empleo. Pero no parece muy cristiano, oiga.
Los emigrantes no son los culpables del paro. Han cubierto los puestos de trabajo que no querían los españoles. Y, eso sí, han elevado el gasto público del Estado del Bienestar, sobre todo en Sanidad, que ahora se muestra insostenible... aunque también es cierto que han contribuido a afianzar el virus más letal para ese Estado del Bienestar, como es el envejecimiento de la población, dado que los españoles llevamos dos generaciones negándonos a tener hijos y, así, el coste de las pensiones y de la propia Sanidad se dispara con el envejecimiento de la población.
No, los inmigrantes no son los culpables del desempleo. Si algunos -me temo que muchos, demasiados- españoles lo sienten así es porque no se sienten agobiados por el hecho de que los de fuera nos quiten el empleo. Se sienten agobiados porque España es un país cainita, en perpetua guerra civil, y nadie respeta a una familia fratricida.
Buen momento para recordar que la doctrina cristiana sobre la inmigración es la de fronteras abiertas y de acogida al inmigrante, doctrina que consolidó Juan Pablo II. Por lo demás, lo que tenemos que modificar en nuestro Estado del Bienestar -que tiene que hacerse más pequeño- y el orgullo de nuestra esencia española, que no es otra... que la fe cristiana, que es lo que ha creado España.
Eulogio López
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