El hecho de que, tras leer el título de este artículo, pocos españoles alberguen dudas sobre la personalidad de quien se debe marchar, ya dice bastante sobre el momento que vive España y la unanimidad de criterio que reina entre la población más informada. Es un clamor que Rodríguez Zapatero, el presidente más desastroso de la democracia, debe abandonar La Moncloa. Hoy mejor que mañana. Y ese sentimiento, si nos atenemos a las encuestas, se está contagiando a todo el cuerpo electoral. En él coincide demasiada gente: los votantes del Partido Popular, sin duda, pero también muchos votantes socialistas y el nacionalismo catalán de CIU (el PNV vive enrocado en sí mismo y obsesionado con recuperar cuotas de poder en Bilbao y en Madrid).
Y es que ¡desdichado el poderoso cuando cae en el ridículo! La Presidencia semestral de la Unión Europea, que los asesores de imagen de ZP contemplaban como la tabla de recuperación del voto socialista es ahora, ya en el primer mes de mandato, un boomerang: Zapatero se ha convertido en un poderoso que ha traspasado la frontera del ridículo, pero no sólo entre la derecha española sino en toda Europa, sea de izquierdas o de derechas. A ZP ya sólo le apoyan sus paniaguados, es decir, aquéllos cuyos cargos y salarios dependen de que el líder permanezca en Moncloa y las televisiones, poderosísimo aliado que no ha logrado evitar, sin embargo, que cunda el ansia de cambio, el que se marche o nos hundimos.
Ningún presidente como ZP -tampoco Felipe González- logró controlar la televisión de forma tan total y tan aviesa y la TV es el medio que más influye de cara al voto. La monigotera no cambia la sociedad pero sí los gobiernos. Ahora bien, un medio es un medio, y por muy poderoso que sea no puede convertir al campeón del paro en el campeón de la justicia social y el progreso.
Y siento decirlo, pero ZP no caerá por haberse convertido en el mayor enemigo del hombre, del derecho a la vida y a la familia, por su Cristofobia radical, ni por haber resucitado las dos Españas y la Guerra Civil o por haber convertido al país en un reino de Taifas. No, ZP caerá por su desastrosa política frente a la crisis. Los últimos datos económicos han sido la puntilla: rebaja de pensiones -todavía no sabemos cuánto, porque el ministro Corbacho y la vicepresidenta De la Vega, son dos chapuceros, pero, por las alusiones iniciales, hay que temerse lo peor-, jóvenes y autónomos en paro, desempleo general a niveles que sólo nos iguala Letonia, déficit público que se ha multiplicado por ocho, problemas para colocar la desprestigiada deuda pública española, disminución progresiva de empresas estratégicas y cierres nada progresivos, sino acelerados, de pymes, así como un desánimo económico han provocado que, por ejemplo, Felipe González concluya que no hay tiempo para forjar el liderazgo de Patxi López como sustituto de ZP. Es preciso forzar elecciones anticipadas y un Gobierno de coalición, aunque lo presida Mariano Rajoy y el PP lleve casi seis puntos de ventaja en las encuestas, porque vuelve el fantasma de la abstención del voto de izquierda, es decir, el fantasma de las Generales del año 2000, que dieron la mayoría absoluta a José María Aznar.
Ojo, los conjurados, sobre todo la vieja guardia del PSOE, está pensando en un Gobierno a lo Sarkozy, no a lo Merkel. Es decir, presidido por el líder del partido más votado pero con presencia de ministros socialistas y del nacionalismo catalán. Un Gobierno con un solo objetivo: afrontar la crisis económica con reforma de corte capitalista, no nos engañemos, pero es que para salir de la crisis por la vía de la economía planificada ya no quedan recursos: ZP se los ha gastado en subvencionar su voto cautivo. Un Gobierno de concentración que duraría, además, tanto como dure la crisis, aunque no hemos hecho más que empezar.
El grito de guerra de los conspiradores se formula con las tres palabras antedichas: ¡Que se vaya!. Pero el interesado no está por la labor. Es un hombre que ha pisado demasiados callos y cuyo futuro político fuera de Moncloa se divisa difícil. Él lo sabe: nada tiene que ganar convocando elecciones o propiciando un Gobierno de concentración sin consulta electoral pero cediendo la Presidencia a un correligionario, que es la segunda opción propuesta por Felipe González. En ese caso, el elegido sería Joaquín Almunia. Insisto, López llega tarde.
Además, ZP no tiene nada que perder archivándose en Moncloa como un numantino dispuesto a resistir a la derecha levantisca y faltona.
Comienza así el juego de la presión, incluido el bloqueo parlamentario, aunque es mucho más útil, González dixit, el bloqueo psicológico. Es decir: ¡Que se vaya!
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com