Lo primero es lo primero: La película Lope presenta el Fénix de los Ingenios como un chuleta putero.

La historia del dramaturgo católico por antonomasia, el autor con mayor capacidad de arrepentimiento -es decir, un alma libre- se convierte en un sobatetas, incapaz, no ya de amar, sino de sentir, un imbécil hiposexual más dominado por el aburrimiento de la novedad que por la alegría de la constancia. 

El místico que alcanzó la cima de la poesía, el hombre que pudo comprender, no ya el amor humano -tirando a fácil- sino el divino, convertido en un majadero engreído, lleno de alta vanidad mundana y bajos apetitos carnales. Un tipo con cuyos dramas te diviertes y con sus poesías miles de cristianos han hecho oración.

A partir de este lamentable suceso, podemos divertirnos. La película ha sido realizada con la colaboración de un grupo con marchamo católico y el guión, el acto más creativo del cine, está cargo de un profesor de una universidad católica perteneciente a un movimiento católico. He dado un repaso a las críticas de otros miembros de dicho movimiento y me he divertido mucho. Según uno de ellos, el guión es magnífico, la producción también, pero el detalle de haber convertido la biografía de un genio en una cinta porno plasta es culpa del director. ¡Acabáramos! Un director empaquetado entre un guionista cristiano y un productor cristiano, le da la vuelta a la historia y traiciona a personas, historias y personajes. Un malvado, sin duda.

El hecho de que el guionista no haya abierto la boca en señal de protesta y haya seguido encomendando el filme ha provocado un género literario que ni el mismísimo Lope de Vega hubiera conseguido: convertir lo inmoral en moral y viceversa.

Lope de Vega era un gran hombre. Por eso, jamás hubiera consentido en buscar culpables para esconder las propias vergüenzas. Lope bajaba los ojos del cielo a la tierra, tentado por esa maravilla anclada sobre el planeta tierra y llamada mujer. Pecaba, se arrepentía, y probablemente volviera a pecar y volviera a arrepentirse. Pero la maldad que jamás perpetró fue la de llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno. Para justificar sus caídas no reescribía la Biblia: simplemente se arrepentía y volvía a empezar. Las cosas eran buenas o malas, independientemente de quien las protagonizara. Justo lo contrario de lo que hacen los críticos hermanos del guionista de Lope: anteponer su espíritu de cuerpo a sus principios.

Eulogio López

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