He estado por Asturias durante el puente del 1 de mayo y me he encontrado con una carta pastoral del obispo de la diócesis, monseñor Carlos Osorio, felicitando al Gobierno socialista rojo como el fuego- de Vicente Álvarez Areces, más conocido como Tinín (aunque si se le encuentran por la calle no se lo llamen: no le gusta), por la instauración del llamado salario social o de subsistencia. El salario social se admiten apuestas- va a ser el asunto clave del siglo XXI en materia de justicia social. Existen varias modalidades, pero la asturiana consiste en una protección enérgica, no a la mujer, sino a toda aquella persona sin recursos de subsistencia. Y no está mal del tod 365 euros mensuales recibe el beneficiario, aunque si hablamos de otros deudos, que compongan una unidad de convivencia (pero qué progre eres, Tinín, con tal de no escribir en el boletín oficial el término familia, de suyo reaccionario, enemigo de la Asturias borracha y dinamitera)
Es lógico que el obispo aplauda ese salario social. A fin de cuentas, entre otorgar prestaciones públicas y otorgar salarios públicos, resulta mejor lo segundo que lo primero. Se presta menos al fraude y, además, respeta más la libertad del individuo. Esa tendencia a cambiar prestaciones por salarios me parece positiva.
Ahora bien, aquí ocurre como con la mendicidad. De hecho, el salario social es una forma de mendicidad, sólo que la otorga el Estado en lugar de la propiedad privada. Y no es denigrante pedir limosna cuando se trabaja, es decir, se hace algo útil por los demás, y lo que obtienes no te da para vivir, o cuando, sencillamente, la salud te impide trabajar. Ahora bien, otorgar salarios de subsistencia insisto, una buena medida- a todo aquel que lo necesita, sin indagar de si se ha preocupado de obtener ingresos por otras vías, puede resultar, no sólo contraproducente, sino injusto con los que pagan los impuestos de donde sale dicho salario.
Por eso, el salario maternal me parece de mayor raigambre moral, de mejor catadura ética, que el salario social. Porque la mujer que recibe un salario maternal independientemente de que trabaje fuera de casa o de que trabaje en casa- no está recibiendo algo a cambio de nada, sino que está recibiendo una verdadera contraprestación, dado que aporta a la sociedad lo que la sociedad y la economía más necesitan: hijos, esto es, futuros contribuyentes. Si alguien tiene derecho a recibir un salario social es la madre, insisto, trabaje o no trabaje fuera de casa. Criar un hijo, es mucho más duro que una jornada laboral, por intensa que ésta sea.
¿Es posible pagarles un salario a las madres? Por supuesto que sí. Un país que abona cada mes 8 millones de pensiones contributivas más las no contributivas (sobre una población total de 42 millones de habitantes) bien puede abrir un nuevo capítulo de pensiones hacia abajo. Es decir, bien pude financiar a los financiadores de la tercera edad.
Eulogio López