En el PP predicen que perderán las gallegas y las vascas, y no tienen nada claro las europeas, salvo que Gallardón acepte la apuesta de Bruselas, y aún así... Si Rajoy perdiera tres encuentros, tendría que marcharse a casa. Lo más grave: no sólo los electores, probablemente los más fieles, ni los afiliados, discuten a Rajoy, es que también los discute el tercer escalón, los compromisarios. A todo ello se le une la gran pregunta: Patxi López se prepara para gobernar Euskadi, pero ¿con el PNV o con el PP?

El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, ha pasado el peor fin de semana de su carrera política. No ha perdido las elecciones como el 9 de marzo, pero sí ha obtenido victorias poco "morales" en Cataluña y Valencia... en el seno de su propio partido. En ambas comunidades, la dirección de Madrid había impuesto un candidato de consenso. A pesar de ello. La rebelde Montserrat Nebrera, defensora, encima, de unos principios propios del humanismo cristiano, se enfrentaba a todo el aparato y a Alicia Sánchez-Camacho, la más dura contra María San Gil, otra alma laica el PP, ahora recompensada con la Presidencia del PP catalán, donde nadie le respeta. Nebrera se hizo con el 43% de los votos. Por si fuera poco, la enviada desde la dirección madrileña, Ana Mato, era abucheado en el Congreso. En Baleares pasaba algo similar: otra alma laica, Rosa Estarás, impuesta por la Dirección madrileña, se encontraba con un alcalde de Calvià, Carlos Delgado, uno de los opositores más francos a Educación para la Ciudadanía (EpC), se hacía con el 33,5% de los votos. Ojo, no estamos hablando ni de votantes ni de afiliado sino del tercer escalón, de los compromisarios, de los que se espera fidelidad perruna, al 101 por 100.

En definitiva, Mariano Rajoy se ve obligado a seguir adelante con una cada vez mayor contestación interna, cada vez más aislado y sólo apoyado por aquellos a los que él ha nombrado. Los opositores son aquellos que, como gusta repetir Montserrat Nebrera, "dialogaremos con todos sin renunciar a los principios". En Internet ya corre un chascarrillo:

-¿Está Mariano Rajoy?

-Está con Dolores de Cospedal

-Bueno, pues que se mejore.

Por ahora, los chistes son inocentes, pero las críticas no. En cualquier caso, "yo vi muy buen ambiente en el Congreso" del PP en Cataluña, afirma Rajoy. Lo dicho: buen ambiente.

Ahora mismo Rajoy se enfrenta al siguiente panorama: elecciones vascas en abril de 2009, si no antes. En el PSOE están convencidos de que el próximo lehendakari será Patxi López, y la única decisión que tomar es si se gobierna con el PNV o con el PP. Julián Santamaría, uno de los demógrafos más próximos al PSOE defiende la gobernaduría con el PP frente a un PNV montaraz. Ahora bien, si por algo se caracteriza el PSOE es por la originalidad de estar dirigido por un presidente más radical que sus ministros. El mismo ZP que se plantó en el Congreso para decir que el proceso de paz abierto con ETA fue una maravilla, porque "hay que asumir riesgos" (no sabemos si los padres de los ecuatorianos asesinados en Barajas, o de los dos guardias civiles asesinados en Francia, o la familia de Isaías Carrasco estarán de acuerdo). En suma, que el empecinado ZP pretende el Tripartito vasco, seguir con el cinturón sanitario alrededor del Partido Popular.

En Galicia lo tienen mal: los restos centrista de Coalición Gallega están sociológicamente en el Bloque y en Galicia, señores, el PP está obligado a ganar por mayoría absoluta.

Quedan, naturalmente, las más importantes, las elecciones europeas, en principio como las gallegas, para junio de 2009. Rajoy está empeñado en colocar a Ruiz Gallardón al frente de las listas, para tenerle lejos y cerca, todo a un tiempo. Gallardón se lo piensa, aunque la idea no le agrada. Y el caso es que perder las elecciones europeas sería definitivo: ni don Mariano podría resistir esa tormenta con su estoicismo gallego.