Como algo había que acordar, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero y el del Partido Popular, Mariano Rajoy, han decidido eliminar las cajas de ahorros. Bueno, para ser exactos, lo que han acordado es que las cajas de ahorros se conviertan en bancos. Pero no se dice así, naturalmente: lo que se dice es que van a cambiar la ley de cajas de ahorros para que puedan emitir cuotas participativas cotizables en bolsa. En definitiva, que se acabarán convirtiendo en bancos sociedades anónimas en un corto lapso. Un gran negocio, por otra parte, para los directivos del sector.
No sólo eso, dejan en manos del banco de España y del nuevo equipo rector de la CECA, la reconversión del sector: las 4 cajas actuales se quedarán en 20 y todas las que entren en un proceso de concentración -se les obligará a ello, vía inspección del Banco de España- tendrán encima una superestructura bancaria, por si no habían quedado claras las intenciones del proyecto.
Será el gobernador del Banco de España quien decida, y ya se sabe que Fernández Ordóñez es un convencido de que las cajas de ahorros en un nuevo mapa -es el concepto utilizado esta mañana por Rajoy y ZP, bancario-, es decir, en procesos de fusión acelerados. Como estamos hablando de un máximo de 20 cajas de ahorros, el poder político podrá controlarlas a su gusto.
Pero lo más preocupante no es la conversión de las cajas de ahorros en bancos sino su huida de la industria. Las cajas, que no los bancos, constituyen hoy el accionariado de referencia de las empresas españolas más estratégicas, como Telefónica, Repsol, Iberdrola, Gas Natural-Fenosa, Iberia, Indra, etc. Pues bien, esas empresas se quedan sin núcleo duro, sin accionistas de referencia: se las comerán las empresas públicas francesas e italianas, o las alemanas, que no son públicas pero sí semi públicas.
Un gran pacto.
Miriam Prat
miriam@hispanidad.com