La conmemoración de la victoria popular en las municipales y autonómicas de mayo de 2007 era un guión previsto, con todas las cámaras pendientes del choque Rajoy-Aguirre. Al mismo tiempo, en un restaurante de la selecta zona madrileña de La Moraleja, se producía otra reunión del mayor interés informativo: la que mantenían los dos vicepresidentes de Aznarismo (sin incluir a Rajoy). Francisco Álvarez Cascos y Rodrigo Rato. Ambos se consideran maltratados por Aznar y por Rajoy. El primero se ha mostrado displicente con Cascos y traicionó a Rato al nombrar sucesor a Mariano. Éste, pensó en incorporar a Cascos a las filas del Partido, al tiempo que no quería ver a Rato ni en pintura. Ahora ha llegado del momento de la venganza.
Y ojo, porque la conspiración de vicepresidentes, o conspiración de los asturianos, si se prefiere, no tiene nada que ver con Aznar pero coincide con el ex presidente en un punto: los tres consideran que Mariano Rajoy debe llegar al Congreso de junio como presidente y salir como presidente. Luego, ya llegará el momento de que él mismo, carente de apoyos, presente la dimisión. De hecho, no sería buena noticia que el gallego arroja la toalla antes de tiempo. Mientras tanto, que se quemen candidatos menores, como Juan Costa. Bueno, eso, y que prosiga el rosario de deserciones. Todos saben que Rajoy nunca ha sabido crear equipos. El próximo traidor podría ser Ignacio Astarloa. Y ojo, porque queda el premio gordo: Jaime Mayor Oreja.
El candidato para sucederle es Rodrigo Rato, que ya le explicó esta teoría a Esperanza Aguirre cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid le propuso presentarse en tándem (y la Presidencia de Caja Madrid en el caso de que perdieran el Congreso).
Ahora bien, Rato tiene un problema: aún debe solucionar sus problemas judiciales, en concreto el caso Aguas de Fuensanta y alejarse de Emilio Botín, que no está bien visto para un aspirante a La Moncloa tan peligrosas amistades. Lo que no deja de tener gracia, dado que la amistad más peligrosa de Rodrigo Rato como banquero no es Emilio Botín -además, esa misma acusación se puede dirigir al PSOE- sino su competidor, el presidente del BBVA, Francisco González, quien le debe su carrera, precisamente, a don Rodrigo.
En el entretanto, ZP ni se preocupa de gobernar. Ante la crisis económica más dura de los últimos 25 años, los periódicos están muy entretenidos en la vivisección del PP, el equipo económico del Gobierno practica su deporte favorito: no hacer nada.