El 12 de agosto se celebró el 'Día Internacional de la Juventud'. A pesar de la preocupación de las instituciones, en Europa ya se habla de toda una generación perdida.
La crisis de identidad de muchos jóvenes que, inmersos en lo inmediato, olvidan proyectar su futuro, no sólo se asocia a la escasez de recursos económicos, sino al abuso de sustancias, al consumismo, a la promiscuidad sexual, al narcicismo o a la afición desmedida por una música que ofrece contravalores.
El decaimiento de una sana espiritualidad ha propiciado un refugio en las sectas o en cultos espiritualistas alienantes. Sin embargo, en la juventud -etapa de acometer grandes ideales- se asienta el futuro de cada país: son los jóvenes fuertes y generosos quienes levantan una nación.
Alguien decía que sólo Dios es capaz de dar razón a una existencia y de transmitir las pautas de conducta para ser felices. Por eso, la actual falta del sentido de Dios, alentado por muchos para sumir a nuestros jóvenes en el nihilismo y la falta de esperanza, es, con mucho, la peor de las crisis. Y de nuevo, sólo personas fuertes y generosas, pueden difundir otro modo de ver la vida, exhortando a los desalentados a ponerse en marcha dejando de lado el egoísmo.
Pili Montalbán