Cuando se presenta a
Emilio Botín y a su segundo,
Alfredo Sáenz, como grandes reflotadores de bancos -caso
Banesto o caso
Abbey- parecen olvidar que así también refloto yo.
Banesto fue un negocio espléndido gracias a las ayudas públicas y a la interesada exageración sobre sus pérdidas (que eran muchas pero no tantas). En el caso del
Abbey, el dúo
Botín-Sáenz aprovechó la legislación británica para despedir a 5.000 trabajadores, y ya se sabe que los beneficios pueden conseguirse aumentando los ingresos o reduciendo los gastos, y que esta segunda vía es mucho más sencilla.
Pero sí hay que reconocerle a Emilio Botín una virtud: la audacia. En un país de perdedores como es la España de ZP -bueno esto ya viene desde Aznar-, repleto de empresarios deseosos de vender y dedicarse a vivir de las rentas, es de agradecer personajes como el cántabro y el ejecutivo de Bilbao, que tienen la osadía de comprar cuando los demás venden.
Bueno, se lo agradezco yo como ciudadano y contribuyente español: los trabajadores del Abbey y del Alliance & Leicester no creo que tanto.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com