La prestidigitación oral está al alcance de cualquiera, por lo que no conviene sino aplaudir a la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, que ahora ha decidido modificar la Constitución.
Este es el problema de los nuevos gobiernos, o ejecutivos renovados, que es lo mismo. Tienen que demostrar que trabajan, que disponen de ideas y proyectos adecuados. Dichas ideas no tienen por qué ser pertinentes, ni tan siquiera nuevas, basta con que se vendan como urgentes y novedosas.
Por lo tanto, debemos deducir que doña Teresa soltó lo de la reforma constitucional porque al nuevo Ejecutivo todavía no se le ha ocurrido cómo afrontar la crisis económica, aunque las propuestas se esperan a cada instante.
¿Y en qué consiste la reforma constitucional? ¿En lo que se dijo en su día un ZP bisoño, en suprimir la prelación dinástica del varón? No, por cierto. Una de las claves de la España actual es que SAR Felipe de Borbón, heredero al trono, se ha convertido al zapatismo, y es a don Felipe a quien no le interese modificar la Carta Magna en dicho sentido, más que nada porque queda un poco al reformar la redicha prelación con efectos futuros, que no presentes. Dicho de otra forma: Felipe no quiere que su hermana mayor, Elena, reclame sus derechos de sucesión y que el futuro rey de España sea el niño Froilán -personalmente me encantaría, pero les hablo como sesudo analista, por lo que debo refrenar mis apetitos particulares-. SAR Felipe de Borbón y Grecia, y su amigo ZP, han decidido que lo mejor es dejar el asunto para más tarde, por ejemplo, para que cuando SM se vaya al Cielo -recuerden: está mal desear que alguien se muera, pero no que se vaya al Cielo-, se corone a Felipe VI. Entonces se modifica la norma y le sucede la infanta Leonor.
Por tanto, Su Señoría, doña Teresa, ya ha dado pistas: no se trata de reformar la Constitución sino de desarrollar los derechos constitucionales, cambiando la Ley de Libertad Religiosa y el sistema electoral.
Lo primero es muy sencillo: se trata de fastidiar a la Iglesia católica, que es la única confesión por la que la progresía -o sea, doña Teresa- siente interés, sólo que a la contra. Y es curioso que doña Teresa pretenda ampliar la libertad de conciencia en España -me pregunto cómo- cuando todo el empeño de la primera legislatura ZP ha consistido en reducir el derecho a la objeción de conciencia, sin el cual no existe libertad de conciencia... como su mismo nombre indica. Y, miren por dónde, es el derecho a la objeción de conciencia lo que se están intentando cargar -bodas gay o educación para la ciudadanía- el Zapatismo durante toda la legislatura anterior y en esto pretende ampliar el martirologio a la objeción de conciencia de los médicos ante el aborto. Sin duda, esta libertad de conciencia va a dar mucho que hablar.
Lo del sistema electoral también tiene su jugo. Porque, en efecto, un voto en Soria no puede valer como en Madrid. Ahora bien, la regeneración democrática no consiste en imponer el bipartidismo, que es lo único que pretende el Gobierno, sino en otras cuestiones tales como las listas abiertas y la supresión de la disciplina de partido (hay un país muy raro que lo practica, llamado estados Unidos), la supresión de las barreras de entrada al sistema, la menor financiación de todos los ciudadanos a los partidos políticos, o incluso la ampliación del capítulo de incompatibilidades para altos cargos. Lo digo pensando en el fichaje de Zaplana por Telefónica o en el de Taguas por Seopan, si ustedes me entienden.
Eulogio López
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