A medida que la vida política se ha deteriorado en los últimos años, uno de los debates que más tinta y más tertulias ha gastado, ha sido la necesidad de una reforma de la ley electoral.
En este sentido, el partido socialista ya incorporó en su programa electoral, el mismo que llevó a Zapatero a La Moncloa en el año 2004, la propuesta de que los alcaldes fuesen los candidatos más votados y no el resultante de las alianzas postelectorales.
Una vez en el poder, sin embargo, el Gobierno socialista no solo olvidó su propuesta sino que hizo todo lo posible para impedir que el Partido Popular, entonces en la oposición, pudiera hacerse con los municipios donde obtuviesen mayoría de votos.
Ahora es el propio Partido Popular, que gobierna en la mayoría de los municipios españoles, el que ha abierto de nuevo el debate al proponer también la elección directa de alcaldes. Ante su sorpresa, el PP se ha encontrado con la oposición cerrada de los demás grupos políticos que, de repente, han descubierto que esta eventual reforma supondría nada menos que un "golpe antidemocrático".
¿Han tardado diez años en caer en la cuenta de que aquella propuesta no era viable, o son otros los intereses que ahora les mueven
Pedro García