Lo comentaba un empresario en la mañana del martes 25, horas después de que la vicepresidenta económica, Elena Salgado, anunciara que las cajas tendrán que convertirse en bancos o ser nacionalizadas. Bajo el eufemismo capitalización el Gobierno Zapatero y el Banco de España han hecho público lo que todo el mundo sabía en privado: las cajas desaparecerán y se convertirán en bancos, controlados por antiguos políticos y por cajeros, ambos dóciles al Gobierno porque necesitan de sus fondos para afianzarse en el cargo o para buscar retribuciones extras. Si las cajas se convierten en bancos o en bancos públicos, los políticos controlarán mucho más que en la actualidad a las cajas y al sistema bancario. Es la nacionalización-privatización que más gusta a la plutócrata: naturaleza jurídica privada con seguro estatal por si vienen mal dadas.
La reforma de las cajas de ahorros que pergeña el Gobierno -y a la que no se opone la oposición- constituye un verdadero latrocinio, una conjura de los ricos, y de los poderosos, ejecutado bajo la enorme manipulación cimentada en una mentira enorme: las cajas de ahorros están en crisis, los bancos no, cuando las primeras presentan menos morosidad que los segundos. Además, con lo que el Gobierno Zapatero denomina pomposamente reforma financiera, se cierra el camino a la única solución posible -y liberal-, ante la crisis: que si una caja o un banco, o una deuda soberana, están en quiebra, lo que hay que hacer es dejarles quebrar, no pagar las pérdidas de los ricos con el dinero de todos los contribuyentes.
Los directivos de las cajas apoyan con entusiasmo esta nueva desamortización, dado que así se convertirán en banqueros y cobrarán mucho más, además de acceder a fondos de pensiones, opciones sobre acciones y otras sinecuras. No olvidemos en qué se distinguen, en la práctica, las cajas de los bancos: los directivos de cajas cobran menos que los de los bancos, pero los trabajadores de las cajas cobran más que sus homólogos bancarios.
De paso, se perderán -cifra que se oculta pudorosamente- no menos de 15.000 empleos y se precarizarán las condiciones de los nuevos contratados: trabajar el doble y cobrar la mitad.
Y sí, el término desamortización viene como de molde. En primer lugar, porque las cajas de ahorros que ahora se liquidan a la fuerza es una creación de la Iglesia y de organismos locales para combatir la usura. En segundo lugar, porque una desamortización no es una nacionalización: es el Estado quien expolia a particulares pero para entregárselo a otros particulares.
Los banqueros, por su parte, se lanzarán a comprar a bajo precio el patrimonio de las cajas de ahorros, un verdadero latrocinio donde aún queda mucho botín que repartir (no es una alusión al presidente del Santander). Hispanidad preguntó a un consejero delegado de uno de los grandes bancos españoles si su grupo estaba preparado para comprar activos de cajas de ahorros. La respuesta fue: Todavía no, hay que esperar a que la situación se pudra un poco más. Más claro agua.
Y por si alguna caja se resiste -por ejemplo, Ibercaja, las entidades gallegas, la castellano leonesa, etc.-, el Ejecutivo ha adelantado para España las exigencias de Basilea III, elevando unilateralmente las exigencias de capitalización, algo que no han hecho ni tan siquiera los países cuyo sector bancario sí ha entrado en crisis: Estados Unidos, Reino Unido, Holanda, Alemania u Holanda. Es como si a un hambriento le exiges un régimen severo de calorías.
Es lo que dice Rodrigo Rato, que ha convertido siete cajas de ahorros en un banco (el Banco Financiero y de Ahorro) y que asegura estar dispuesto a cumplir el calendario marcado por nuestro gobierno. De igual forma, el presidente de La Caixa, Isidro Fainé, ha cedido y convierte la primera caja de ahorros del país en banco, aunque no tenía ningún problema de capitalización.
Pero la reforma financiera tiene otras consecuencias aún más funestas para España. Se deslocaliza el crédito y se perderá la obra benéfico social de las cajas, entidades mutuales, al tiempo que se impondrán los modos de la banca de inversión, es decir, de la especulación. Las cajas de ahorros no han sufrido dificultades -menos que los bancos- cuando se han comportado como cajas sino cuando se han comportado como bancos de inversión. Cuando han empezado a apalancarse, a titulizar sus hipotecas y la especulación inmobiliaria es cuando han pinchado. Por contra, cuando han reinvertido su propio beneficio -durante décadas o siglos, en algunos casos- todo marchaba bien.
Pero quizás, la peor consecuencia de esta nacionalización privatizadora sea que las ayudas públicas a la recapitalización se hará a cambio de un draconiano plan de ajuste para las cajas que presentan dificultades contables. Es decir, primero se les exige una recapitalización absurda en los mercados (lo que exige su conversión en sociedades anónimas) si no lo consiguen, recibirán ayudas públicas a la reconversión pero, ojo, dichas ayudas, conllevan la exigencia de que se deshagan de sus participaciones industriales, como el gobernador MAFO se ha encargado de recordar al sector. El mismo día en que el Gobierno anunciaba la desamortización, Unicaja se desprendía de un 0,7% de Abertis (73 millones de euros). Precisamente, en una empresa acosada por un depredador que pretende desguazarla: el fondo de capital-riesgo, CVC, aliado de Florentino Pérez.
Pues bien, ahora recuerden que las cajas son accionistas de referencia de empresas estratégicas: Iberdrola, Telefónica, Repsol, Gas Natural Fenosa, Abertis, Indra, Iberia (ahora IAG), SOS, etc. ¿Qué ocurrirá cuando, en pleno proceso de reconversión europeo esas industrias estratégicas se queden sin escudo? Pues que las multinacionales alemanas, francesas e italianas -también norteamericanas- entrarán en tromba y España se convertirá en un páramo industrial. Ya no seremos un protectorado, sino una colonia.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com