El texto apunta hacia una reducción del coste del despido -lo cual es necesario- y hacia una disminución del poder los dos sindicatos de clase, CCOO y UGT, el duopolio al que se le ha proporcionado un poder y un dinero que nunca debió proporcionárseles. En definitiva, y ahí tienen razón los socialistas -aunque deberían esconderse debajo de la mesa tras siete años de Zapaterismo- es una reforma que facilita el despido pero no la contratación.
Don Mariano Rajoy, tan propenso a las tautologías, afirma que es una reforma justa "y si no fuera justa no la habríamos hecho". Gracias don Mariano, ya suponíamos que usted no se dedica a promulgar leyes injustas a sabiendas. Ahora bien, si se quiere hacer una reforma que cree empleo, a la facilitación del despido debería añadirse la reducción de las cuotas sociales -principal impuesto laboral- y una ley de emprendedores que ayude a crear microempresas, la única forma de luchar contra el paro. Sé muy bien que esto no puede hacerse sin aumentar le IVA, como soporte financiero para pagar las pensiones pero, sobre todo, no puede hacerse sin elevar el salario mínimo, pues mientras no se amplíe el misérrimo salario mínimo que tenemos, ni aumentará el consumo y ni podrán los trabajadores aceptar más inseguridad en el empleo.
Ahora bien, ¿era esa elevación de salarios lo que solicitaban los manifestantes sacados a la calle por CCOO y UGT el pasado domingo? No, de hecho, los dos sindicaos de clase son los que firmaban con los empresarios un acuerdo vergonzoso sobre congelación salarial sin discriminar.
Y es que a los sindicatos les preocupan los subsidios -que ellos llaman derechos-, no los salarios. Por eso deben reinventarse.
Eulogio López
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