En 11 de marzo de 2004 Hispanidad fue el primer medio en afirmar que todo apuntaba al terrorismo islámico. Mientras el diario El País acusaba a ETA en su portada, nosotros apostábamos por un terrorismo de grandes dimensiones, enloquecido, es decir, apostábamos por el fanatismo islámico.
Por tanto, nos consideramos con cierta autoridad moral para poner boca abajo a la fiscal del 11-M, Olga Sánchez, cuando, en lugar de centrarse en su trabajo, escribe un artículo editorial en el que afirma que el Partido Popular mintió, porque desde el primer momento se pensó en terrorismo islámico y no en terrorismo etarra. Y si el PP hizo el ridículo el PSOE se aprovechó de 192 cadáveres. El 11-M es una página de terror y crueldad, pero también de infamia por parte de la clase política española: de la derecha y de la izquierda.
Pues bien, he escrito, y me ratifico en ello, que lo mejor que le podría pasar a la política española es que el Partido Popular se hundiera, como se hundió la UCD en 1982. Personalmente es una de las escasas vías de regeneración que considero bastante posible y extraordinariamente deseables. Ahora bien, estoy convencido de que ni Aznar ni Acebes, un par de personajes por los que no siento el menor aprecio, no mintieron el 11-M, sino que actuaron como marionetas de su propia obsesión por el terrorismo vasco. Metieron la pata, pero no mintieron. En tal caso mienten ahora cuando se empeñan en estirar, de la mano de Pedro J. Ramírez, una sospecha, la de la colaboración etarra, que resulta harto lejana, cogida por los pelos.
Pero eso no quita que una fiscal se dedique a hacer política para responder las críticas de un diario. La justicia española, en efecto, es un cachondeo. Al menos en España, no sé en otras latitudes, nada más podrido que la justicia. La corrupción, el sectarismo, la prevaricación de jueces y fiscales supera con creces la existente en colectivos tan degradados como la clase política, los banqueros o los grandes multimedia que ya es decir.
Y así, mientras la fiscal Sánchez hace artículos de opinión, el presiente de la Sala de lo Penal de la Audiencia, el inefable Gómez Bermúdez, en la trinchera opuesta, advierte por anticipado que el juicio sobe el 11-M puede ser el primer capítulo de otras investigaciones posteriores. ¿Un juez que anticipa el resultado de un juicio? ¿Pero esto qué es? ¿Se imaginan lo que estarán pensando los familiares de los 192 asesinados?
Dicen que la política territorial precisa de reformas. Y el Ejército, y el Sistema Electoral, y las fuerzas del orden y la Hacienda pública, y los ayuntamientos. Pero nada tan necesario como la reforma de la justicia. Y la clave de esa reforma ha de ser la elección popular de los jueces. En una democracia, cuando el asunto está podrido, se deja hablar al pueblo : es lo más cómodo y lo único definitivo.
Eulogio López