No le viene mal a Valcarce el nombramiento, dado que es uno de los altos cargos del Zapaterismo con más mala uva, aunque generalmente sólo dedica su ira hacia el adversario político, no hacia los delincuentes. Valcarce pertenece al club político de quienes no conciben adversarios, sino enemigos y, al enemigo, ni agua.
Por su parte, Mestre ha conseguido un consenso inigualable: ha cabreado a policías y ciudadanos por igual, porque Madrid se ha convertido en un Patio de Monipodio y en un festín para todo tipo de violencia. En la capital de España no hay miedo al terrorismo, sino al navajazo, al asalto al domicilio y a la agresión sexual. En particular, lo que más pánico produce es la violencia extrema, con la que se acometen a algunos delitos, violencia extrema e innecesaria. Sólo la jeta-dura, enorme, inconmensurable, del ministro del Interior, inefable Alfredo Pérez Rubalcaba, alias Rasputín, puede hablar de que Madrid es una ciudad segura, aunque nadie se lo crea, y sólo la domesticada TV progre que padecemos puede mantener la mentira en lo más alto del podio. ¿Que las cifras se delitos baja? Claro, como que la gente ha perdido la confianza, más que en la policía, en el aparato policial-judicial. Sencillamente, la gente no denuncia y se dedica la autoprotección. Y el que puede, se paga protección privada.
Ahora bien, Pepiño quería acabar con José Salgueiro al frente de RENFE, como con todo el equipo de Magdalena Álvarez, a quien no soportaba porque la andaluza tenía un espíritu tan chulesco que le hacía perder votos. Y una cosa es el sarcasmo de Pepiño y otra la prepotencia de Magdalena: no es lo mismo.
Y ahora doña Soledad llega a la Presidencia de RENFE. Por el momento, sus méritos son los de haber mentido con denuedo sobre la verdadera situación de orden público y libertades públicas en Madrid y la de arremeter contra la oposición al menor asomo de crítica: bagaje más que suficiente para gestionar una de las más importantes compañías del país. Y esto es bello e instructivo, porque vemos cómo se premia la lealtad perruna, ejercida mediante la mentira y la ineficiencia.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com