Veamos. La semana pasada salió el dato del PIB italiano en el segundo trimestre, lo que suponía, técnicamente, que el país entraba en recesión. Y el jueves, Draghi, presidente del BCE, previno a Renzi ante el peligro de que su Gobierno no sea capaz de domesticar el déficit público. O sea, le insistió en su receta preferida: las reformas. Y ayer, el primer ministro italiano no encontró mejor argumento para tranquilizar al BCE que explicar, que su modelo "no es España, sino Alemania", lo cual, dicho por un primer ministro, es objetivamente poco apropiado.
La otra opción es que se ha equivocado y, más prudente, debería haberse quedado con otro de los mensajes, el más importante: que Italia cumplirá el objetivo de déficit porque cerrará en el 2,9%; es decir, que no superará el límite del 3%, como exige Bruselas. Si no es así, es para pensar que quería hacer 'pupa' a España para beneficiar a Italia, lo cual no encaja.
En lo demás tiene razón: "Estoy de acuerdo con Draghi cuando dice que Italia necesita hacer reformas, pero cómo vamos a hacerlas lo decidiré yo, no la Troika ni el BCE ni la Comisión Europea".
Mariano Tomás
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