Los pactos firmados por el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, con el canciller Hugo Chávez, en nada benefician a Repsol. El Ejecutivo Zapatero se ha echado definitivamente en manos del bolivarismo (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, apoyados por Brasil y Argentina). Y atarnos a la producción venezolana no es otra cosa que atarnos a la deriva totalitaria del Régimen de Chávez.
Eso sí, la compañía no puede permitirse la huída como hicieron los norteamericanos- de un país que posee la Franja del Orinoco, probablemente la reserva de petróleo más importante del mundo. Es mal crudo sí, pero muy valioso cuando el precio del barril se dispara.
No, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, busca diversificar.
La tarea primera, dentro de esta diversificación de fuentes de aprovisionamiento es Argentina. La inseguridad jurídica que reina en el país austral detiene la cotización de Repsol en bolsa.
Ahora mismo, el grupo argentino Petersen, de la familia Eskenazi, posee el 15% de YPF, la filial argentina de Repsol, pero no parece que puedan ejercer la opción que poseen hasta el 25%.
Por eso, Repsol ha relanzado las negociaciones con la principal petrolera del mundo, Petrochina (CNPC) que quiere entrar por la puerta grande en el mercado iberoamericano. Lo que siempre se ha negociado es una participación de entre el 25 y el 50%, lo que convertiría a los chinos en interlocutores de la Casa Rosada.
Y si tampoco sale la opción china, se sacará a bolsa un paquete que debería cotizar en las bolsas de Buenos Aires, así como en el mercado brasileño y en el chileno.
Los resultados de Repsol correspondientes al primer semestre han sido buenos y están avalados por el subidón bursátil, pero la capitalización de la petrolera sigue estando en 20.000 millones de euros, muy lejos de los objetivos de su Consejo de Administración.
Para ello es necesario, no abandonar Argentina, pero sí la menos el proscenio austral.
Eulogio López
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