Durante la década de los noventa la empresa española entró en tromba en Hispanoamérica y la presencia norteamericana se asustó. Años hubo en que la inversión española superaba a la del gigante del norte, pero esos tiempos tocan a su fin. No hablamos de toda Iberoamérica: por ejemplo, México, a pesar de la inseguridad ciudadana, la lucha contra el narcotráfico y la corrupción policial, se considera un país serio en la comunidad empresarial española y el presidente Felipe Calderón -que acaba de perder las legislativas- está bien visto en España y en Europa.
Brasil es un país emergente pero donde la riqueza está muy mal repartida, mucho peor que en el resto de Iberoamérica. Eso no es óbice para nuestras empresas. Y lo mismo ocurre con Chile, considerado un país europeo a todos los efectos.
Por contra, estados como Venezuela, Ecuador, Bolivia, la mayoría del istmo centroamericano, es decir, el área populista, además, de Perú, son zonas de donde todos quieren huir.
Lo más llamativo: Argentina, probablemente el país con mejor cualificación técnica de todo el mundo hispano, y del que, sin embargo, nadie se fía. El kirchnerismo ha perdido todo crédito en España y, además, Buenos Aires ha pasado a convertirse en una de las ciudades más peligrosas del nuevo Mundo, lo que rebela un fuerte empeoramiento. Al menos, eso dicen las empresas.
El mapa del atractivo hispanoamericano es aceptado por todas las grandes empresas: Repsol, BBVA, Santander, Gas Natural, Agbar, Endesa, las grandes constructoras, etc. Otra cosa es que no puedan marcharse de la noche a la mañana, pero el objetivo consiste en reducir actividad. Los bancos, como ha hecho el Santander en Venezuela, prefieren olvidarse de las grandes redes y centrarse en la banca al por mayor y corporativa con la excepción, vuelvo a repetir, de Chile, México y Brasil.
Salvo Telefónica, que ha comprado el 100 por 100 de compañías integradas en varios países. Y que no piensa marcharse del subcontinente, sino todo lo contrario, todas las compañías españolas presentes en la zona se atienen a este sistema. El abanderado es Repsol YPF.
Oficialmente se niega, claro está, pero lo cierto es que Antonio Brufau, presidente de Repsol, lo tiene muy claro. La petrolera quiere marcharse, no ya de Argentina, sino de Hispanoamérica, con las excepciones antedichas. De hecho, esas excepciones, junto al Magreb -especialmente Libia y Argelia- constituyen ahora su principal objetivo. Repárese en el hecho de que, en teoría, Venezuela ofrece un reparto de crudo más bonancible (60-40) que Libia (90-10). Sin embargo, Repsol prefiere el modelo libio que el venezolano o argentino, porque aquellos te aprietan pero estos cambian las reglas del juego cada mes.
Además, hay otra razón por lo que muchas empresas se quieren marchar, eso sí, sin hacer ruido: Su presencia en Iberoamérica -es trise decirlo- lastra su cotización bursátil. El mundo anglosajón controla dichos mercados y desconfía, mucho más que la empresa española, de la corrupción de las clases dominantes. Por decirlo de otro modo: Brufau sabe que si no remonta en bolsa es por la desconfianza que tienen los intermediaros a su exposición a la argentina. Puede que el sentimiento sea subjetivo pero la cotización no lo es.
Eulogio López
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