El miércoles pasado se aprobó en el Senado la reforma de la ley de aborto.
Por medio de esta ley, de esta norma, se institucionaliza una vez más a través de los poderes públicos, un nuevo quebranto contra un valor esencial no ya de nuestra Constitución, sino de nuestra propia naturaleza: la VIDA. El valor vida humana, de nuevo ha quedado sujeto al capricho de la aritmética parlamentaria; una mayoría de personas son quienes deciden sobre la vida de varias decenas de miles de personas. Junto a ello se vuelve a cometer otro atropello contra la condición de la mujer; se vuelve a ejercer violencia contra la misma. Lo trágico es que es desde el poder. A la mujer en España no se le dan alternativas, nos dice la Bibiana Aído, en su inmensa y radical ignorancia, petulancia, que esta ley da garantías a las mujeres. Nada mas oírla me ha salido de dentro decir: ¡¡váyase a su casa!!...por no decir otra cosa (y de paso llévese a la Trini y su estúpida sonrisa y la grosera apostura del ministro de Justicia). ¿Qué tontería es ésta? Todos sabemos que ninguna mujer esta en la cárcel, por tanto, ¿qué seguridad ni qué narices? Sí, claro, la de los empresarios aborteros. Esos han ganado esta partida, pero la mujer en España, como decía no. Nuevamente desde las instituciones públicas le hemos dado la vuelta: si se queda embarazada y no quiere al niño sólo, sí, insisto, sólo tiene la opción de abortar. No les estamos dando ninguna otra solución, y cuando sólo te dan una opción eso es violencia, sí o sí.
Tenemos un más que serio y grave problema de población para sustentar las futuras pensiones y este Gobierno sólo piensa en facilitar cómo asesinar a los seres humanos no nacidos. Un vez más la cultura de la muerte ha impuesto su trágica estrategia contra la vida. Una vez más asistimos, no sin asombro, al silencio de tantos y tantos que tienen como proclama la defensa de la vida. Sólo unos pocos, con pocos medios y aun menos apoyos mediáticos seguiremos intentando salvar vidas.
Los del miércoles fue muy triste, tristísimopero la voluntad y empeño de salvar vidas es muy superior. Tiempo al tiempo.
Rafael Llorente Martín