Quien definió la religión como opio del pueblo no andaba muy descaminado. Andrew Newberg en su libro: Cómo cambia Dios tu cerebro, afirma, a través de estudios tomográficos cerebrales y tras años de investigación, que las personas que rezan, sufren beneficios neurológicos gracias a las modificaciones en sus conexiones neuronales.
Los efectos de la práctica religiosa coherente son altamente positivos (estados duraderos de paz interior, unidad y amor) y según este autor, éste es el factor preeminente para aumentar la calidad de vida de las personas.
No es difícil concluir que, quienes arrinconan a Dios o a su Iglesia de las culturas e ideologías presentes en el mundo, se erigen en enemigos del bienestar humano. Dios nos creó y conoce a la perfección cuánta necesidad tenemos de él para vivir en una felicidad acorde con nuestra naturaleza, elevada por él hasta la divinidad.
Necesidad también de pedirle perdón para dar cauce, en nuestra conciencia, a todo lo que nos angustie y aprisione.
Eva Catalán
mariacatala6@gmail.com