No me refiero, por ejemplo, al silencio que han disfrutado varios de nuestros hijos y nietos, una de estas noches, contemplando las perseidas desde una montaña del interior de Castellón, ni mucho menos a 'romper el silencio' en medio de un concierto sinfónico.
El que hay que romper es el silencio cómplice, el llamado silencio de los buenos, que exponen sus puntos de vista sobre temas de actualidad en pequeñas tertulias de café, y lo vertido allí es retirado al final junto con los restos de la merienda…
La mayoría silenciosa posee de facto un inmenso poder y tiene la grave obligación de romper sus reducidos círculos, mejor, no romper sino abrirlos para hacer llegar sus opiniones al gran público, inundando los medios –informáticos y de papel- con Cartas al Director, una de las secciones más leídas de la prensa. La mayoría no sabemos de las grandes cuestiones económicas pero, de las de 'andar por casa', léase derecho a vivir, a tener un padre y una madre, a ir al colegio que quieras…, de eso podemos y debemos escribir mucho.
En fin, hay que romper el silencio porque, como dijo el Nobel de la Paz Martin Luther King, "Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos".
Amparo Tos Boix