El sindicato de funcionarios públicos "Manos Limpias" considera que el ya ex "conseller en cap", Josep Lluís Carod-Rovira, podría haber incurrido en un delito de colaboración con banda armada, tipificado en el artículo 576 del Código Penal de 1995. En su apartado 1 se dice que será castigado con penas de prisión de cinco a diez años "el que lleve a cabo, recabe o facilite cualquier acto de colaboración con las actividades o las finalidades de una banda armada, organización o grupo terrorista".
Sin embargo, el Fiscal General del Estado, Jesús Cardenal, ya ha manifestado la inexistencia de indicio de delito. Unas declaraciones que han sido muy mal interpretadas por dirigentes sociales, políticos, policiales y judiciales comprometidos en la lucha antiterrorista. De hecho, una asociación de víctimas de terrorismo, anunció ayer que también presentaría una querella contra el "conseller" Rovira por sus contactos con la banda terrorista ETA.
Esta es la crónica judicial. Pero la política resulta mucho más apasionante. La solución salomónica acordada en la tarde de ayer martes es una buena muestra del encaje de bolillos y del equilibrio inestable en el que se encuentra el tripartito catalán. Carod encabezará la lista de Madrid porque, según asegura, la capital "no le acojona". Bien por los redaños del ex "conseller en cap". Pero lo importante: Madrid es una apuesta. Si el resultado de Carod-Rovira el 14-M es positivo para los republicanos, exigirá a Maragall más cuota en el tripartito. Si no la consigue, amenaza con romper y dejarle a don Pasqual con la brocha en la mano. No sería la primera amenaza. Lo hizo antes de firmar el pacto y lo repitió tras el estallido de la crisis. Carod se sabe indispensable y lo rentabiliza.
Pero el hijo de Guardia Civil se olvida de que ERC no es el único pacto posible y de que la paciencia tiene un límite. Así que tanto CiU como PP acuden en el mar revuelto a colocar la escalera al "molt honorable". Josep Piqué aprovecha el momento para ofrecer un apoyo parlamentario o endurecer la oposición en caso de que ERC siga en el Gobierno. De momento, la estrategia queda pinchada porque la petición de explicaciones de Carod en el "Parlament" de Catalunya ya fue realizada por Maragall.
Piqué no es el único buitre. CiU también se ha arrimado a Maragall para ofrecerle su apoyo parlamentario y eventualmente un acuerdo de Gobierno. La nostalgia del poder resulta insufrible y los convergentes han visto en la "rovirada" su oportunidad para regresar a la Plaza de Sant Jaume. Por si acaso, prosigue el ataque. "La crisis ha sido mal cerrada", señala Durán i Lleida, que ya ha abandonado su intención de resucitar la operación Roca. "El barco sigue herido de muerte por la subordinación a Madrid, cosa que a nosotros no nos ocurriría", señala el delfín Artur Mas, haciendo leña del árbol caído.
Pero hay más. Las consecuencias de la "rovirada" atraviesan el Ebro. Zapatero sale relativamente reforzado por el primer acto de autoridad "ostentorea", que diría Jesús Gil. Logra el apoyo de Bono e Ibarra y cumple el augurio anunciado ayer martes en un encuentro con periodistas: "Mi autoridad se va a ver reforzada". No ha sido fácil porque Zapatero ha tenido que invertir decenas de llamadas telefónicas para tratar de convencer a su federado Maragall de que aceptase la renuncia de Carod. Maragall acepta, pero guiña a ERC afirmando que si bien ha dañado la credibilidad del Gobierno, fue un gesto de buena voluntad. O sea: "No te vayas todavía, no te vayas, por favor...".
En el PP el nuevo escenario tampoco resulta sencillo. El acercamiento de Piqué a Maragall goza de la bendición de un Rato que ha comprendido que el estilo Rajoy con los nacionalistas es más dialogante. Pero la acusación de Carod todavía planea: "¿Por qué es un escándalo que me reúna yo y no lo es que se reúna el PP en Suiza o el PSOE en Argel?". No hay respuesta, salvo que tanto el PP como el PSOE parecen haber superado la ingenuidad de que es posible el diálogo con ETA. Porque el diálogo sólo es viable, si existe voluntad por ambas partes. Y la voluntad se demuestra con la entrega de las armas, realidad que no se produjo ni con la "tregua-trampa".
Como tampoco hay respuesta a la crítica de Maragall de "dosificar, planificar y manipular el terrorismo en beneficio propio". Porque si el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) conocía los encuentros del 3 y 4 de enero en Perpignan, ¿por qué ha decidido filtrarlos ahora, justo en periodo electoral y cuando se celebra el I Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo? Y más: si Aznar conocía el encuentro por las informaciones del CNI, ¿por qué no puso esa información a disposición de la Justicia? ¿Incurrió también en el 576 del Código Penal? De momento, se hará socio de honor de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, porque de su compromiso por la paz en el País Vasco no se jubila.