- Que no es verdad, porque Dios es parlanchín: no se calla ni debajo del agua
- Lo propio de la modernidad, que considera a Cristo un Dios lejano, consisten es la dualidad entre el mundo de la fe y el mundo 'real'. Una dualidad que, naturalmente, acaba en esquizofrenia paranoide
- Dios no resulta extraño a los hombres, sino peligrosamente próximo, demasiado cerca y demasiado cotidiano como para que percatemos de su presencia
- Ahora bien, toda vez que uno se percata de esa presencia con el corazón, es la mente, el otro componente del alma, la que descubre que todo el universo, material, psicológico y social, cobra sentido. Las piezas del rompecabezas encajan
El Sábado Santo, con Jesús en el Sepulcro, entre su muerte y su resurrección, constituye el mejor ejemplo de lo que ha dado en llamarse "el silencio" de Dios, según muchos, la marca de todo el mundo moderno. En resumen, llegado desde tantas mentes y de tantas culturas distintas, el asunto podría resumirse así: Dios ha abandonado al hombre, no responde a sus requisitorias como antaño, si es que realmente respondía antaño, o se trataba de un espejismo del corazón humano, que confundía deseo con realidad. Por tanto, se hace necesario establecer una vida dual: la interior y la exterior, la de la Iglesia y la de la política, la economía, las relaciones sociales. Una decisión particularmente estúpida.
El Sábado Santo, con Jesús en el sepulcro, entre la muerte del viernes –que tanto nos impresiona- y la Resurrección del Domingo, que tanto nos asombra, es el gran olvidado, al tiempo que la marca de la modernidad (no, no la Marca de la Bestia, eso es otra cosa). Cristo permanece en el Sepulcro, en silencio.
Lo cual no se aviene con un Dios parlanchín, quien, además, como recordaba el fundador del Opus Dei, San Josemaría, vive "pendiente de la palabra del hombre". No puedo creer en un Dios impasible ante el dolor humano, clama el hombre del siglo XXI, sin percatarse de que el dolor tiene dos causas: una causa primera, la libertad que Dios le ha otorgado; otra próxima, el pecado del hombre cuando hace mal uso de esa libertad (Tampoco hay que preocuparse, sólo mal-utilizamos el libre albedrío en un 99% de las ocasiones).
Dios siempre hace lo mismo. Se esconde del hombre y éste tiene que recurrir al pasado. No sé por qué nos extrañamos, lo mismo hacemos nosotros. Si hay algo que exigimos a nuestros amigos es que, cuando nuestra conducta o nuestra imagen quedan en entredicho, recuerden nuestro pasado, nuestros hechos y dichos de antaño, para que sigan confiando en nosotros en el presente, a pesar de todas las apariencias encontra. A eso le llamamos amistad. Pues bien, nuestro amigo Cristo nos pide a nosotros exactamente lo mismo que nosotros reclamamos a nuestros amigos. Es la exigencia del Sábado Santo: entender ese presunto silencio de Dios.
Ahora bien, lo propio de la modernidad, que considera a Cristo un Dios lejano, consiste es la dualidad entre el mundo de la fe y el mundo 'real'. Una dualidad que, naturalmente, acaba en esquizofrenia. Pero dejemos eso.
¿Quieren un ejemplo de esa dualidad, ese dogma laico del mundo actual Este artículo. Es decir, ¿qué hace Hispanidad, un diario electrónico preferentemente dedicado a la economía, la reconversión bancaria y esas cosas tan 'profundas', escribiendo sobre el Sábado Santo Pues mire, mal que bien, intentamos evitar la esquizofrenia.
Dios no es un extraño para los hombres, sino el ser más peligrosamente próximo, demasiado cotidiano como para que nos percatemos de su presencia, según la directriz de todos los relatos policiacos, que se basan en el principio de que lo que vemos todos los días, no lo vemos nunca.
Ahora bien, toda vez que uno se percata de esa presencia con el corazón, es la mente, el otro componente del alma, la que descubre que todo el universo, material, psicológico y social, cobra sentido. Las piezas del rompecabezas encajan cuando nos damos cuenta de que Cristo está a nuestro lado, esperando nuestra palabra. Entonces el mundo invisible pasa a ser el mundo real y todo cobra sentido: hemos colocado la pieza maestra y el rompecabezas se completa por sí solo.
Es entonces cuando cambia el hombre y, con él, cambia la sociedad. Esa modernidad que Ronald Knox resumía de la siguiente guisa: "El mundo empezó a torcerse cuando nuestros ciudadanos más entusiastas cambiaron el 'Yo creo' por el 'yo siento'". Otro producto más de la esquizofrenia que, como toda esquizofrenia, siempre acaba en paranoia. Todo por no entender el silencio de Dios, ese silencio que se ejemplifica en el Sábado Santo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com