El mensaje de Nicolás Sarkozy en la cámara de los Comunes ha sido muy claro: con los principios no se juega. La injerencia positiva del siglo XXI en el ámbito diplomático consiste en subordinar los intereses económicos al respeto a los "derechos humanos, las identidad culturales y las identidades religiosas". Habla el hombre que le acaba de vender al Gobierno chino cuatro grupos nucleares. Ahora, con su actitud firme le ha demostrado a la mayor tiranía del mundo que con él no sirve la mejor arma de todo dictador: el chantaje.

Y, por si fuera poco, lo plantea en el Reino Unido, una manera de ligar a otra potencia en el entramado.

Igualito que el Gobierno español, por ejemplo, con Cuba o Venezuela.

Lo único que puede lamentar es que la reacción de Sarkozy frene a los autócratas chinos haya surgido frene la represión en el Tibet. Sin embargo, nada ha dicho Sarkozy contra la represión continuada de Pekín contra los católicos, un credo al que los comunistas temen mucho más que al budismo.

Eulogio López