Por dos razones. La primera, porque Miguel Barroso, exsecretario de Estado de Comunicación del Gobierno, y José Miguel Contreras, asesor de Zapatero y hombre fuerte del nuevo canal de TV, La Sexta, tienen más influencia sobre el Presidente del Gobierno que D. Jesús Polanco y el grupo Prisa-Sogecable, y es que a Polanco no le gusta, y también porque Polanco sigue empeñado en cargarse a Zapatero, a quien considera un insensato incapaz, y cambiarlo por Javier Solana como nuevo líder del socialismo español.
En segundo lugar, por el beneficio, que es asunto mucho más abstruso y profundo. Polanco está fracasando con su canal Cuatro, y considera que Zapatero está promocionando la televisión de los migueles, La Sexta, que une a demasiadas potencias televisivas en su contra: Buenafuente, Mediapro, Globomedia, Emilio Aragón, Televisa, etc.
Consideramos que el presidente de PRISA tiene toda la razón: Si el Gobierno ya le tiene a él para defender sus intereses: ¿para qué quiere a otro? Eso sería un exceso de pluralismo. Pero Zapatero tiene esas cosas: que no se fía de nadie, ni tan siquiera de Polanco. Además, tanto Globomedia como Mediapro nacieron bajo la condición de obedecer las directrices de Polanco, pero ahora quieren volar solos, independientes. Y claro, eso no pude ser.
Un ejemplo muy comentado en la City madrileña: el sábado 17 El País publicaba una gran exclusiva de cuando el hundimiento del Prestige (hundido el 19 de diciembre de 2002), en que dos cargos de la Administración Aznar hablaban de alejar el buque y hundirlo en altamar. No aportaban nada nuevo, pero sirvió para que la TV pública montara el show y para que el diputado socialista Diego López Garrido este tipo de cosas las borda- declarara ante las cámaras, que el Partido Popular estaba patológicamente unido a la mentira. Dos días después, El País bramaba contra un Gobierno que resucitaba viejos fantasmas para contrarrestar su descenso de popularidad. La nueva consigna de PRISA era clara. El PP es culpable, el PSOE angelical, pero los ángeles tiene un líder arcangélico, que no nos sirve, por lo que urge proceder a su relevo.