Fue la punta de lanza de aquella operación Rubalcaba, el hombre que nunca miente pero nunca dice la verdad, gracias a la cual Zapatero consiguió el vuelco electoral y llegó al poder.
Pues bien, la historia se repite, de otra manera, con más elegancia. En el baturrillo en que se ha convertido la política española, dirigida por un insensato como ZP, ahora mismo se habla y no se para sobre la iniciativa de la Fundación Everis, liderada por Eduardo Serra, aquel personaje que fue casi ministro con Felipe González y ministro con Aznar: Eduardo Serra, el amigo americano (quiero decir que mantiene una excelente relación con la diplomacia eterna estadounidense, la del Pentágono, la que la izquierda clásica calificaba como complejo militar-industrial). Probablemente, sólo tres españoles pueden presumir de ser escuchados en ese complejo durante los últimos 30 años: Antonio Barrera de Irimo, Javier Solana y Eduardo Serra. Los críticos no lo expresarían así: dirían que son los tres hombres en los que más influye el Complejo, submarinos de los intereses norteamericanos, vasallos del Imperio, etc, pero el distingo aporta poco. Dejémoslo.
El caso es que con su farragoso documento sobre la emergencia española, se sospecha que lo que ha hecho Eduardo Serra es postularse como presidente de algo parecido a un Gobierno de concentración nacional. Denominación de triste recuerdo en España, dado que era lo que pedía el general Alfonso Armada el 23-F del 81 (no, no estoy llamando golpista a Serra). El hecho de que el documento Transforma España fuera dirigida al jefe del Estado y no al jefe de Gobierno hace la sospecha verosímil.
Y es que todo el mundo quiere echar a Zapatero. Para ser exactos, ZP sufre cuatro tipos de presión: la de la oposición pepera -casi una tautología-, la de los economistas y empresarios, que le consideran un cáncer; el pueblo español, según las encuestas, aunque no parece que este elemento cuente mucho hasta que no haya elecciones; el cuarto sector que pretende la dimisión de ZP (que no elecciones anticipadas) es su propio partido, donde sólo le queda el apoyo del lobby feminista del PSOE (sin él perderían la condición de ministras y otros cargos sabrosos). Rubalcaba quiere ser presidente, pero también Javier Solana, otro amigo americano. Pero me temo que ni el primer ni el cuarto elemento constituyen una garantía para la regeneración social de España. Y el tercero, el pueblo, tengo mis dudas, dado que el sistema de partidos con representación parlamentaria dispone de tantos medios y opone tantas barreras de entrada, que las nuevas formaciones que podrían airear el ambiente no logran enviar su mensaje renovador al pueblo. Sí, por airear el ambiente entiendo acabar con esa forma de corrupción legal que es el oligopolio de grandes partidos, que tiene todo a su favor: financiación, normas electorales centrípetas, circunscripciones que adulteran, política de listas cerradas y disciplina de partidos, casta de políticos profesionales que funcionan por cooptación y un oligopolio paralelo, el de los grandes multimedia informativos, que silencian cualquier alternativa en nombre de la necesaria estabilidad institucional. Curioso concepto: nadie sabe lo que es pero todos los invocan con carácter de argumento irrefutable.
Eso sí, quien debería apoyar a ZP es la plutocracia internacional, centrada hoy en los mercados financieros: con su gestión y con la de otros líderes occidentales, se están forrando.
Pero no: no es un Gobierno de concentración nacional lo que va a extirpar la corrupción legal, o institucional que contamina a los españoles.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com