Tras contemplar el último -y no mal anuncio- de Coca-Cola, he llegado a la conclusión -brillante que es uno- de que el ser humano tiene un cierto interés en ser feliz.

El mensaje del viejecito a su descendiente neonato -al que, por cierto, han dejado nacer, un dato que empieza a resultar una rareza estadística- es estupendo: la vida es demasiado bonita como para convertirla en una tragedia, cuando es un drama alegre con ribetes de comedia. Pero el hombre es un ser racional insisto: racional- y enseguida le viene a la boca la dichosa pregunta: ¿Por qué? ¿Qué razón tengo para ser feliz? Y ahí llega el problema, porque nuestro viejecito no nos da ni la menor pista. No nos habla de Dios, ni de la eternidad. Y claro, así, a pesar de la maravilla de cada amanecer, la cosmovisión se me queda muy fría, tan fría como la Coca-Cola, si ustedes me entienden.

Sin arado no se puede aricar y sin creador no se puede explicar la existencia y darle un sentido a la vida; sin redentor no se puede entender el dolor existente en el mundo y sin padre no se puede ser feliz.

Al parecer, don Marcos de Quinto, presidente de Coca-Cola España, no ha tenido en cuenta este detalle, aunque hay que reconocer que la campaña le ha quedado de lo más aparente. Constituye la filosofía más profunda asequible a Coca-Cola.

Eulogio López

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