Cuando parecía que todo se tranquilizaba en SEAT y que la llegada del escocés James Muir en sustitución del alemán Erich Schmitt proporcionaba un respiro a los trabajadores, por no hablar de la fabricación del Audi Q3, la luz roja se ha vuelto a encender en la factoría de Martorell y en la Generalitat catalana.
El problema ya no es SEAT ni la Dirección de la firma española filial de la alemana, sino los cambios en la matriz: en definitiva, el triunfo, esa vez definitivo, de Ferdinand Piëch, que se ha impuesto en la lucha por el control de la multinacional y que, desde este mismo verano, puede considerarse el rey de VW tras vencer a Wendelin Wiedeking y a sus primos.
Ya hemos dicho que Piëch es un personaje que odia a SEAT y odia a España. Si por él fuera, ya habría cerrado Martorell o, lo que es parecido, convertido a SEAT en un centro de diseño (con 500 trabajadores bastarían de una plantilla total que supera las 12.000 personas), a pesar de las subvenciones que ha recibido la firma de Madrid y Barcelona.
Es una cuestión de capacidad de presión y de prestigio político. Lo malo es que si hay un líder político europeo que desprecia a Zapatero es la alemana Ángela Merkel. Desde Madrid, la capacidad de presión, por tanto, es nula o incuso negativa, contraproducente.
Por esa razón, el presidente de la Generalitat, José Montilla, ya ha solicitado una reunión con el nuevo jefe de VW, a pesar de que apenas han trascurrido 15 días desde su victoria y que ahora está muy ocupado recomponiendo cargos y acentuando el relevo de toda la estructura según sus fieles.
Cuando el panorama era tan negro como ahora, se intentó articular una opción española que se hiciera cargo de SEAT en caso de que Piëch optara por cerrarla. Lo malo es que el propio Piëch se negó a aceptar esa opción aunque se olvidó de sus arrebatos anti-SEAT en la lucha frente a sus primos de Porsche. Ahora las alarmas vuelven a sonar. Al menos, parece que el Q3 está asegurado.
Eulogio López
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