No es que haya logrado mucho, pero al menos ha salvado los trastos. El presidente de SEAT, Erich Schmitt, ya ha sufrido en sus carnes el odio que Ferdinand Piëch, que sigue mandando en la multinacional Volkswagen, siente por España en general por SEAT en particular. Por un lado, Schmitt intenta que SEAT fabrique nuevos modelos, pues esta es la trampa con la que Piëch lleva 10 años intentado cerrar o vender SEAT.

Ojo, que Schmitt todavía no tiene claro que se le permite lanzar un nuevo modelo (90% de posibilidades) pero sí tiene claro que debe reducir plantilla. No es sólo que SEAT esté perdiendo empleo y fuerza de trabajo, sino que está obligando a cerrar a empresa proveedora que hasta ahora han trabajado para la factoría barcelonesa de Martorell. Pero, al menos, Schmitt ha podido decirle al mundo que "Los rumores se han despejado. SEAT tiene cabida en VW".

En otras palabras, los planes de venta no han dado resultado. El plan de Piëch es que finalizado el efecto de las subvenciones públicas y agotado el crédito fiscal, VW cenar su producción de turismo en Skoda. Así, se intentó vender SEAT a FIAT, y luego a distintas marcas coreanas y japonesas, las únicas que están en expansión en el mundo (occidentales, ninguna, al menos mientras no haya un salto tecnológico al coche ecológico, y también ahí las marcas japonesas llevan ventaja). Cuando Hispanidad habló del proceso de venta de SEAT nos llamaron locos. Sin embargo, hoy el propio presidente alude a los "rumores" y apuesta por su continuidad: ¿Qué otro remedio le queda?

En resumen, la situación es esta: como no ha conseguido venderla, SEAT se queda en el grupo Volkswagen, pero desde la central alemana se encargarán de que nunca pueda hacer frente ni a la propia VW ni a Skoda. Por ahora sigue en el grupo… hasta que logre colocarla a alguien. Mientras tanto, aprovechan la marca, una marca abandonada por la corporación pero el que tuvo, retuvo.