García de Polavieja demostraba, en nuestra última edición, que el enigma de la dimisión de Benedicto XVI (en la imagen) sigue vigente. En resumen, ¿qué sabe el Pontífice emérito que nosotros no sabemos y que le ha llevado a presentar su renuncia al Papado Y Ratzinger es demasiado sabio -he dicho sabio, no intelectual- como para renunciar al Papado por una fruslería o por agotamiento.
A fin de cuentas, ¿qué es un Papa Un Papa es un guía para el hombre desorientado, es decir, para cerca de 7.000 millones de almas. También para los dudosos y fallidos, esto es, para agnósticos o ateos. El hombre necesita un punto de apoyo porque no puede vivir sin el asidero de la verdad. Cuando Benedicto XVI renunció, nos dejó sin ese asidero y no sólo nos sentimos huérfanos, sino algo peor: nos sentimos como si nos hubieran quitado el suelo bajo nuestros pies. En resumen, ¿por qué dimitió
Polavieja alude a las últimas profecías, todas ellas marianas, como corresponde a los tiempos modernos. Tiene el buen gusto de referirse a aquéllas que, sin ser las más impactantes -obvio Fátima, que sí lo es- han sido reconocidas por los ordinarios del lugar, o por el Magisterio, como ciertas. Otras, muy importantes, como Medjugorje, están en tramitación.
Ahora bien si el enigma Ratzinger está relacionado, como yo lo creo, con lo que está a punto de caer y aquello hacia lo que nos encaminamos, esto es, una apostasía generalizada -hoy le llamaríamos apostasía de la opinión pública- que afectaría, naturalmente, a la cúpula eclesial, entonces conviene reflexionar sobre lo que ha dicho el propio pontífice, desde ayer emérito. ¿Qué opina sobre qué Pues sobre los novísimos, naturalmente: segunda Venida de Cristo, juicio final, cielo, infierno o purgatorio. De eso de lo que nunca se habla en los púlpitos.
Recurramos nuevamente a Luz del Mundo, el libro-entrevista de Peter Seewald con Benedicto XVI. Pregunta: "Todas las profecías se han cumplido. Sólo una está pendiente: la de su segunda venida… usted acuñó el concepto de 'realismo escatológico'. ¿Qué significa eso exactamente".
Respuesta del Papa: "Significa que esas cosas no son espejismos o utopías inventadas de alguna manera sino que aciertan exactamente en la realidad".
¿Significa esto que el Papa, que irónicamente se autocalifica como racionalista, está fechando el fin del mundo o el fin de los tiempos No. Recuerda el pontífice, como debieran recordar todos los obsesos -que también los hay, que lo único que debemos evitar cundo hablamos de la parusía es, precisamente, fecharla. La advertencia del propio Cristo es terminante: no lo sabe ni el Hijo, sólo el padre. Así que reproduzcamos otra de las preguntas de Seewald: "La religiosa Faustina Kowalska, canonizada por Juan Pablo II, escuchó, hace unos ochenta años, en una visión, las siguientes palabras de Jesús: 'Tú debes preparar al mundo para mi venida definitiva'. ¿Hay que tomar esto en serio".
Respuesta de Joseph Ratzinger: "Si se entendiera en forma cronológica, es decir, en el sentido de que nos preparamos de forma inmediata para la segunda venida, sería erróneo. Si se entiende en el sentido espiritual que acabo de exponer, de que el Señor es siempre aquel que viene y que estemos siempre preparados para su venida definitiva yendo a su misericordia y dejándose formar por ella, entonces es correcto". En plata: olvídense del cuándo y preocúpese del quién.
Y lo que es más importante: las profecías místicas, de Santa Faustina o de las apariciones marianas, la Santísima Virgen María habla de conversión, es decir, prestar atención al qué y al cómo, mucho más que al cuándo.
Ahora bien, existen obsesos del apocalipsis, ciertamente, pero son excepciones, si los comparamos con quienes, también entre la clerecía, 'pasan' del escabroso asunto del fin del mundo, de los novísimos. Seewald pregunta:
"La doctrina de las cosas últimas, de los novísimos, es un contenido central de la fe. Ella trata temas como el infierno, el purgatorio, el anticristo, la persecución de la Iglesia en el tiempo final, la segunda venida de Cristo y el juicio final. ¿Por qué reina en el anuncio un silencio tan llamativo sobre los temas escatológicos, que, a diferencia de ciertos tópicos internos constantes de la Iglesia, son realmente de índole existencial e incumben a todo el mundo".
Y Benedicto XVI aprovecha la respuesta para ratificar esta campaña de silencio sobre la segunda Venida de Cristo -próxima o no- tan imperante en el mundo y, ojo, en la Iglesia. ¿O es que alguno hemos escuchado últimamente hablar desde los púlpitos de la segunda Venida de Cristo, del cielo, el purgatorio y el infierno, etc., etc., etc. Pues bien, Benedicto XVI responde con esta contundencia: "Esta es una cuestión muy seria Nuestra predicación, nuestro anuncio está orientado realmente de forma unilateral hacia la plasmación de un mundo mejor, mientras que el mundo realmente mejor casi no se menciona ya. Aquí tenemos que hacer un examen de conciencia. Por supuesto, se intenta salir al encuentro de los oyentes, decirles aquello que se halla dentro de su horizonte. Pero nuestra tarea es al mismo tiempo abrir ese horizonte, ampliarlo y mirar hacia lo último. Estas cosas son arduas para los hombres de hoy. Les parecen irreales. En lugar de ellas quisieran respuestas concretas para el ahora, para las vicisitudes de la vida cotidiana. Pero tales respuestas siguen siendo incompletas si no permiten sentir y reconocer también por dentro que yo voy más allá de esta vida material, que existe el juicio, que existen la gracia y la eternidad".
Lo que me lleva a concluir: mire usted, no sé si la segunda Venida está próxima o no, pero no me interesa lo más mínimo. Lo que sí me interesa, y por eso creo que ha renunciado Benedicto XVI, es la advertencia de que el alejamiento de la humanidad de Cristo, es decir, el nivel de pecado existente (recuerden que la corrupción social, evidente en nuestro tiempo, no es más que la suma de los pecados individuales) no presagia nada bueno. Porque la corrupción generalizada, por su propia naturaleza, acaba por estallar. De hecho, la actual crisis económica, de alcance mundial y de proporciones desconocidas hasta el momento, no es más que el fruto de ese pecado individual y de esa corrupción colectiva. Vamos, que la culpa no la tiene sólo Luis Bárcenas. Y encima, estoy dando argumentos a los majaderos de la teología de la liberación, que se aferraron al famoso 'pecado social'. ¡Qué le vamos a hacer!
En resumen, preocúpense del qué, no del cuándo… pero no sean tan ingenuos como para pensar que lo que está pasando es normal. Ni es normal ni es habitual.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com