Francisco Belil, consejero delegado de Siemens, congregó este miércoles al mundo empresarial para hablar de la innovación en España. Su presentación corrió a cargo de la ministra de Ciencia y Tecnología, que no olvida su etapa como empresaria del sector biotecnológico y que aprovechó el momento para agradecer el apoyo que le prestó Belil en aquel momento. El directivo correspondió elogiando las iniciativas de la ministra, particularmente la ley de compra pública innovadora que llevará este viernes al consejo de ministros. Festival de elogios y parabienes que refleja a la perfección las relaciones entre Siemens y el Gobierno.
Unos y otros están encantados. En el caso de Siemens es comprensible porque siempre ha estado presente en todas aquellas actividades que implicaban una concesión pública, ya en España, ya en otros países del mundo, generalmente con éxito. En demasiadas ocasiones no por los métodos más legales, como quedó demostrado tras la condena de Francisco Francés, directivo condenado por el caso AVE, una subtrama del caso Filesa, y absuelto posteriormente por prescripción del delito.
Lo que no es tan comprensible es que el Gobierno esté encantado. Siemens es una multinacional alemana y defiende intereses nacionales, independientemente del origen de sus directivos. Por ejemplo, cuando tuvo que cerrar su planta de Sant Cugat del Vallés no le tembló la mano, por mucho que Belil reclamara en su comparecencia ante el Foro España Innova un mayor impulso a la I D i en España. Es más, aseguraba que Mercedes mantiene sus fábricas en Alemania, un país que no se caracterizaba por sus sueldos bajos.
El nacionalismo alemán tiene mucho que ver en todo esto y los llamados periféricos están un poco cansados, pero Belil sabe quién le paga a final de mes y no se permite una crítica a los germanos. Por eso, cuando le preguntaron por la desafección que se está despertando hacia Alemania, Belil lo negó abiertamente. En su opinión, las presiones de Angela Merkel están justificadas por medidas que los propios alemanes se han aplicado, obviando que, paralelamente las presiones especulativas tratan de hacer con España lo que ya han conseguido en Irlanda, Grecia y Portugal.
¿Y el caso de los pepinos, una acusación sin pruebas que resultó ser falsa, que ha ocasionado millones de euros en pérdidas y por la que nadie en Alemania ha pedido disculpas? Una "anécdota", dijo Belil. Después matizó: "una anécdota desgraciada", aunque las indemnizaciones, una limosna, no se han aprobado y correrán a cargo de la UE y no de Alemania o de Hamburgo.
Mariano Tomás
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