No hay manera. Dos años no han servido para nada. Las bombas de los trenes del 11-M no sólo asesinaron a 192 inocentes, también hundieron la moral española. En lugar de renacer de las cenizas nos revolcamos en el fango. Salgo de mi casa, sábado 11, y me encuentro con la siguiente pancarta: 11-M, ni olvido ni perdón. Si al menos se hubiera quedado en lo primero.
Los aniversarios periodísticos y políticos vuelven a insistir en la España cainita, hecha con los mimbres de la Generación Manjón, para la que el dolor no es purificación, sino rencor. Y encima, reina un ambiente de cobardía, con un país presa del Síndrome de Estocolmo : para la derecha, resulta que el 11-M fue obra de una curiosa mezcla de etarras, socialistas y polanquistas, mientras que para el PSOE, lo único que importa es insistir en dos ideas: que el PP mintió y que llegaron al poder sobre un montón de cadáveres. Y todas estas proposiciones, la de la izquierda y las de la derecha, me parecen falsas.
Vamos por partes. A nadie más que a mí le gustaría concluir que el PSOE está detrás del atentado, porque el Gobierno de Mr. Bean se merece cualquier cosa y ninguna positiva para sus expectativas. De acuerdo, pero todo lo publicado hasta ahora por esa derecha no me permite llegar a esta conclusión; es más, no me dice nada sobre la autoría de los hechos, la directa y la indirecta (ahora llamada intelectual, vaya usted a saber por qué).
La única composición sobre el 11-M que no choca con la lógica es que el 11-M fue obra de terroristas musulmanes, que odian a España, a Occidente y, particularmente a la esencia de Occidente (nunca se odia la corteza), que es el cristianismo. Ben Laden odiaría a España, a ese Al-Andalus plagadito de infieles, independientemente de que Aznar hubiera apoyado a Estados Unidos en la Guerra de Iraq o no. Y a su hijo, señora Manjón, no le mató Aznar, le asesinaron terroristas islámicos. Si el autor intelectual del crimen fue una célula o, o el Régimen de Rabat, o la abulia de los servicios secretos franceses es algo que tardaremos en demostrar. No hay nada oculto que no llegue a conocerse, pero la mejor manera de retrasar la llegada de la verdad consiste en lo que hemos hecho durante 24 meses: acumular versiones interesadas. La verdad es como un elefante en la Quinta Avenida: siempre se ve, salvo que alguien se empeñe en llenar la Quinta Avenida de elefantes.
Otrosí. También es seguro que el PSOE, que se sabía perdedor de las elecciones mintió acusando al PP de mentir. Esa víbora de cabeza señera y capaz -que no cornuda-, llamada Alfredo Pérez Rubalcaba, el mejor publicista de la progresía nacional, y el odio del tándem Polanco-Cebrián hacia López (así es como don Jesús Polanco se refiere a José María Aznar López, en el tono más despectivo del que es capaz) formarón un cóctel explosivo que provocó el gran vuelco electoral del 14-M.
Los estudiosos electorales no encuentran precedentes de lo que ocurrió en España el 14 de marzo de 2004. Hasta el jueves 11, nada menos que 22 encuestas repito 22- daban vencedor al PP, ninguna al PSOE. Tres días después, Zapatero derrota a Rajoy de manera holgada. Pero eso no significa, como parece insinuar la derecha, que el PSOE estaba implicado en el atentado. Significa, que con muy pocos escrúpulos, Rubalcaba afirmó aquello de que los españoles no merecen un Gobierno que les mienta, y los españoles le creyeron, creyeron que el PP había mentido.
Y el PP no había mentido. Una cabeza no cornuda pero sí algo hueca, como la de ministro del Interior Acebes, y una soberbia enorme, como la del Presidente Aznar, no querían mentir a los españoles cuando se empeñaban en mirar hacia ETA. Su obsesión con el terrorismo vasco era de tal calibre que cayeron en la trampa. Sinceramente, ni los salvajes de ETA son capaces de una salvajada semejante.
Más tarde comienzan los seriales sobre las pistas falsas de la policía. Seguramente, la policía colocó pistas falsas, porque la policía tiene más miedo al fracaso que a ninguna otra cosa, y porque los actuales jefes de la policía son aún más pro-gubernamentales que los que mandaban con el PP en la Moncloa, al igual que el actual CNI es mucho más proclive a contentar a Zapatero que los anteriores a Aznar. Son los dos estilos de Gobierno : Aznar era un soberbio acomplejado; Zapatero es un rencoroso mucho más dulce y mucho más insensato y más sectario.
Mientras tanto, en España se ha implantado la Generación Manjón: el miedo hace que se busque la Alianza de Civilizaciones con aquellos que en un solo día asesinaron a 192 personas. Teresa Fernández de la Vega, la vice-vogue, dice aquello de que ninguna cultura es mejor que otra, y lo que importa es que toda se manifiesten de forma pacífica, sin que nadie le llame al orden por semejante majadería. Zapatero reúne en Moncloa a los líderes de la asociaciones islámicas de todo tipo, mientras en España se permite la blasfemia continuada contra al religión católica, amparada y promocionada por el Gobierno. Para Zapatero, sólo hay un enemigo a batir: el PP, y sólo existe un odio con el que roerse el hígado : los cristianos.
Dos años después del 11-M los españoles somos más pusilánimes y más cainitas. Realmente, el fundamentalismo islámico fracaso al derribar la torres gemelas de Nueva York, pero acertó de pleno al volar los trenes de Alcalá.
Eulogio López