Soy madre y profesional de la educación. Trabajo en una pequeña escuela concertada de SALT, Girona.
Aún no he oído a nadie, ni dentro del mundo educativo, ni fuera de él, que hable a favor de la llamada semana blanca o me sepa explicar cuál es la bondad de hacerla.
Como profesional de la educación, me pongo las manos a la cabeza al ver que en el segundo trimestre, no tendremos un mes seguido de clase.
Todos los profesionales sabemos muy bien el que cuesta que los alumnos cojan el ritmo después de un periodo de vacaciones. El segundo trimestre era el tiempo en el que, por excelencia, podríamos sacar más provecho. Volviendo de Navidad, todos sabíamos que teníamos tiempo de coger el hilo y no dejarlo hasta el final. Este año, volveremos de Navidad alrededor del 10 de enero, el 28 de febrero pararemos, y al mes y poco más volveremos a marchar por las vacaciones de Semana Santa. ¿Qué resultados tendremos?
Por otra parte, cuando la propuesta se aprobó, los consejos escolares y las Ampas se quejaron. ¿Que harían los padres que no pueden hacer vacaciones con los niños? La queja fue mal recibida y desde el departamento de educación se mandó una carta a los consejos escolares expresando el desconcierto ante la actitud de los padres y asegurando que estos días no supondrían ningún coste por ellos. Habría actividades lúdicas por los niños a cargo de educación y de los ayuntamientos.
Dejando de lado el hecho de la carencia de libertad de muchos padres que quizás no estarían de acuerdo con estas actividades y no tendrían otra solución que añadirse, la realidad es que ahora, en el momento de la verdad, los ayuntamientos dicen que no tienen dinero para hacerse cargo de estas actividades y educación se desentiende. Que todo el mundo haga lo que pueda.
En mi caso, las escuelas de mis hijos ya nos han dicho que estarán cerradas y no se organizará ninguna actividad. Yo, por mi parte, aunque trabajo de maestra en una escuela que sigue la misma semana blanca que las escuelas de mis hijos, tengo que trabajar porque estos días son laborales para mí.
Por lo tanto, yo no tengo la oportunidad de pedir estos días de vacaciones, no tengo actividades alternativas por mis hijos ni ingresos para pagarlas. Pero ya se ve, el problema es mío. Los hijos también. El mensaje que yo recibo es: es tu problema, busca tú la solución. Pero yo digo: este problema yo no lo tenía antes de que alguien tuviera esta idea luminosa que todavía nadie ha sabido explicarme.
Llevo 16 años trabajando con hijos y luchando para conciliar la vida laboral y familiar. Pero cada vez me lo están poniendo más difícil.
María Serra Gómez