El ilustre ministro japonés Taro Aso (en la imagen) ha recomendado a los viejos nipones que se den prisa en morir. Tiene toda la razón, si se empeñan en vivir qué se yo cuántos años no hay manera de cuadrar las cuentas públicas. Más pensiones, más gastos sanitarios, más impuestos: es un sinvivir. Y los viejecitos empeñados en no morirse.
Ahora bien, yo creo que Míster Aso se ha equivocado y ha caído en el tópico. La bomba demográfica no consiste en que hay mucha gente sino en que hay pocos jóvenes.
Este planeta que se nos ha dado, así como el talento humano para explotarlo y sacarle sus mejores frutos, puede soportar a decenas de decenas de humanidades. Ahora bien, eso no será posible si no hay jóvenes contribuyentes que sostengan a sus padres en la vejez, de la misma forma que sus padres sostuvieron a sus abuelos.
El problema no es el número de personas sobre el planeta -cuantos más mejor- sino la pirámide demográfica invertida. El problema es que no tenemos hijos.
Eulogio López
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