Ya están los nacionalistas catalanes en su estado habitual, es decir, quejándose. Se sienten muy indignados y ofendidos, como de costumbre.
Esta vez el motivo de sus lamentaciones es que el nuevo Presidente del Barcelona, Sandro Rosell, ha utilizado en un acto la lengua española por respeto a los asistentes que no entendían el catalán. Es algo de lo más razonable y lógico pero, claro, en Cataluña ya tenemos a los estrictos guardianes de las esencias catalanas y a los habituales inquisidores lingüísticos subiéndose por las paredes.
Quizá algunos estaban más acostumbrados a la actitud chulesca, las bravatas políticas y las salidas de tono del anterior presidente del Barça y les cuesta adaptarse a un nuevo responsable que tiene unas mínimas formas y sentido común.
Raquel C. Cañellas