Para superar la situación de subordinación y la desigualdad social, y en ocasiones también jurídica, entre el varón y la mujer, surgió, históricamente, el modelo igualitarista.
Como es bien conocido, una de sus principales precursoras fue Simone de Beauvoir. Ciertamente, este segundo modelo ha contribuido, desde sus orígenes, a conseguir una mayor igualdad entre el varón y la mujer. Entre sus logros podríamos mencionar la conquista del derecho al voto, de una mayor igualdad en los ámbitos familiar, político, laboral, jurídico, económico, etc.
Por ello, su perenne valor radica en la valiente defensa de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Sin embargo, en su lucha por la igualdad, algunas de sus corrientes niegan calificar como defensores a quienes admiten elementos originarios distintivos entre ellos.
Estas corrientes, en consecuencia con lo anterior, rechazan la existencia de cualquier tipo de relación entre el sexo (la biología) y el género (el rol social). En opinión de sus representantes, las diferencias actualmente existentes entre el varón y la mujer se deben, exclusivamente, al peso de la educación y de una cultura patriarcal y no a la biología. Por ello, tales diferencias han de ser detectadas, y completamente erradicadas, para poder alcanzar la igualdad real en una sociedad, pero, desgraciadamente, esa igualdad no se da sino convertida en igualitarismo.
Jesús M.