Decía Chesterton que "quizá sea exagerado decir que la inteligencia avanzada –hoy hablaríamos e inteligencia progresista- se equivoca siempre, pero al menos podemos asegurar que siempre llega tarde". Simone Veil la ministra conservadora que introdujo el aborto en Francia ha cambiado de opinión por razones científicas: ahora considera que la ciencia está demostrando que la vida comienza con la concepción. La verdad es que no sólo lo ha demostrado la ciencia, sino que lo ha evidenciado el sentido común que dicta que, salvo error u omisión, del óvulo fecundado, es decir, del embrión surge un ser individuado, distinto del padre y de la madre. En resumen, que, si se le deja en paz, lo lógico es que acabe siendo "uno de nosotros", una persona adulta. Y en el mapa genético de ese embrión ya están impresos el niño, el padre y el anciano. Al igual que a la primera norteamericana que se sometió a una interrupción voluntaria del embarazo (caso Roe/Wide), Veil se arrepiente ahora de lo dicho, pero sobre todo de los hecho. Eso sí, lo hace por etapas, para hacer más suave el aterrizaje. Lamentable que no lo haya pensado antes. No sólo eso, Veil, convertida hoy en uno de los referentes ideológicos de Nicolás Sarkozy, a quien ha apoyado en la campaña para las Presidenciales francesas, respondía a la francesa cuando algún periodista –pocos- osaban presentarla como lo que era: la introductora del aborto en Francia.

Pero aún hay más. Veil introdujo el aborto en Francia en 1975, mientras que en España lo hizo Felipe González en el 85. Sin embargo, hemos corrido mucho para adelantar al país vecino. Así, doña Simone no duda en presentar a España como el arquetipo del aborto en Europa. Y en efecto, lo es. En España puede abortar cualquiera, en cualquier plazo, a través de una legislación que es un verdadero coladero, donde el 96% de los abortos se realizan amparándose en la mitad del supuesto terapéutico, es decir, en el fantasmal "peligro para la salud psíquica de la madre". En España, la ley del aborto es una ley homicida pero también un fraude de ley.

Amparándose en ello, a nuestro país han llegado todos los canallas del mundo dispuestos a hacer fortuna a costa de asesinar a los más inocentes e indefensos. En Francia, como dice Veil, al menos los médicos –los mismos médicos que fueron educados con manuales donde el aborto se introduce como un medio más de planificación familiar- apelan a la objeción de conciencia: no quiere ser los matarifes del siglo XXI. Veil está girando. Ahora sólo falta que giren los conservadores españoles, pues el PP ha sido tan abortero como el PSOE. Un dato que los lectores de Hispanidad se resisten a creer: siempre hemos dicho que doña Esperanza Aguirre –la ‘buena' del PP, el ‘malo' es Gallardón- financia con dinero de los madrileños, no el 19 o el 20% de los abortos que se realizan en Madrid (la mayoría de ellos en clínicas homicidas como Dator, Isadora, Callao, etc.- sino el 21,3%, y subiendo.

En cualquier caso, doña Simone, oscila usted entre dos viejos refranes castellanos: "Nunca es tarde si la dicha es buena" y "A buenas horas, mangas verdes".

Eulogio López